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La tribuna

nacho Asenjo

Hacia el fin del secreto bancario

SI la tendencia que se viene afirmando en los últimos meses da finalmente sus frutos, podríamos encontrarnos en breve con una Europa en la que no existe el secreto bancario. Sería un paso de gigante para la lucha contra la corrupción y el lavado de dinero negro. En tiempos de durísima austeridad, los gobiernos europeos han tenido que dejar de lado las consideraciones diplomáticas para atacar un mecanismo absolutamente escandaloso que permite que, cada año, la evasión fiscal alcance el billón de euros en la Unión Europea, una cantidad equivalente al PIB de nuestro país.

La serie de escándalos de los últimos meses ha ayudado a crear un clima político propicio. En Francia, el affaire Jerôme Cahuzac, ese ministro de finanzas con una cuenta en Suiza, ha sido un revulsivo. En España, basta recordar unos pocos nombres, como los de Luis Bárcenas, Rafael Correa o Emilio Botín, para entender que no es tolerable que, mientras la mayoría de los ciudadanos tiene que hacer esfuerzos ingentes para cumplir con sus deberes fiscales, los ricos, los corruptos y los criminales mantengan intacta su fortuna gracias a agradables viajes a Ginebra. Alemania, por su parte, es el país que más dinero pierde con la evasión fiscal a Suiza y las revelaciones sobre la cuenta secreta del dueño del Bayern Múnich han provocado un escándalo mayúsculo en el país: hasta la propia Merkel se declaró "decepcionada".

Si el clima político es ahora muy favorable en Europa, lo cierto es que el impulso inicial vino de Washington. Fueron los estadounidenses los que pusieron a Suiza y Luxemburgo entre la espada y la pared, amenazando a sus bancos con imponer una tasa del 30% sobre todos los beneficios que hicieran en Estados Unidos si no se firmaba un acuerdo bilateral de intercambio automático de datos, es decir, que se pusieran a disposición de Washington los nombres y apellidos de los estadounidenses que tengan cuentas allí sin necesidad de pedirlos. Uno tras otro, los paraísos del secreto bancario han ido cediendo y ya no pueden negar a sus socios europeos lo que han concedido a los americanos.

Además, las nuevas tecnologías hacen que mantener el secreto bancario sea cada vez más difícil. Existe un verdadero mercado negro de listas de datos sobre personas que poseen cuentas secretas, por las que los gobiernos de Alemania o Francia pagan sumas considerables. En España, todo indica que los datos facilitados por un ex empleado de HSBC, Hervé Falciani, en el marco del juicio por la demanda de extradición emitida por Suiza, constituyen una auténtica mina de oro que apenas se está empezando a explotar.

En el marco de la UE, la Comisión Europea ha presentado un proyecto de directiva para el intercambio automático de datos bancarios entre los países miembros. Luxemburgo ya ha anunciado que renunciará al secreto bancario a partir de 2015, pero tanto el pequeño ducado como Austria siguen presentando resistencias para aprobar la propuesta de la Comisión antes de que acabe el año. Fuera de la UE, Suiza prepara a su sector bancario para el final definitivo del famoso secreto en poco tiempo. A escala global, la última reunión del G-20 (con la presencia excepcional de Suiza) ha proclamado por unanimidad la necesidad de dirigirse hacia el intercambio automático de datos bancarios. La OCDE, uno de los grandes promotores de este cambio radical, trabaja actualmente en el desarrollo de una plataforma informática segura para que bancos de todo el mundo puedan intercambios sus datos.

El secreto bancario en Europa ha sido, durante décadas, un hurto inaceptable. Por descontado, seguirán existiendo países en el Caribe y en otras zonas del mundo que sigan otorgando a los criminales el refugio del secreto, pero no les merecerán la misma confianza que Ginebra o Luxemburgo. Sólo el respeto excesivo a la soberanía de los Estados ha permitido que este robo se haya institucionalizado en el seno de nuestro continente; del mismo modo, sólo estructuras supranacionales como la Unión Europea, capaces de generar reglas comunes que creen un terreno donde la competencia sea transparente y justa, pueden ponerle fin.

El próximo desafío será aún más arduo: encontrar el modo de evitar que las compañías que hacen beneficios en Europa puedan seguir recurriendo a complejos montajes financieros para pagar cantidades ridículas de impuestos. Hay muchas empresas que recurren a estas soluciones, pero los casos de Google y Amazon son cada vez más conocidos, mientras que Zara desplazó a España la sede social de su tienda on line tras recibir críticas en la prensa. La simple idea de una armonización fiscal europea hace temblar a más de uno, pero algo hay que hacer para evitar este otro tipo de desfalco.

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