Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

El flamenco, caminito de Belén

Después de la enorme decepción que supuso comprobar que la Ciudad del Flamenco proyectada en la plaza de Belén por los arquitectos Herzog y De Meuron, en tiempos de Pedro Pacheco, no salía adelante, es lógico que exista cierta incredulidad y bastante escepticismo ante el anuncio de la construcción del Museo del Flamenco de Andalucía en cinco edificios que circundan el citado enclave, entre la Nave del Aceite y el Zoco de Artesanos. Llevamos tantos años hablando de crear en Jerez una industria alrededor del flamenco que es difícil crear ilusión. Y, sin embargo, algo de esperanza surgió el pasado viernes del protocolo firmado entre la consejera de Cultura y la alcaldesa de Jerez, que con cargo a los fondos de la Iniciativa Territorial Integrada (ITI) en la que entran el Gobierno español, la Junta de Andalucía y la Unión Europea, deben hacer posible la construcción del museo. Ya es noticia que la Junta haya decidido que esté en Jerez y no en Sevilla, Granada o Córdoba, por decir algunas ciudades. Buena elección.

No estamos hablando de un proyecto faraónico como el de la Ciudad del Flamenco, sino de algo más accesible. Dos millones y medio de euros de presupuesto frente a los 50 que se calculó costaba el anteriormente citado. Hay que tener claro que debe ser el principio de algo más grande, que la idea del Museo del Flamenco no debe quedar ahí, pero es una excelente primera piedra para generar sinergias en toda la ciudad. Porque hay un elemento que, sin duda, ayudará a su proyección: el museo de Lola Flores. Lola es mucho más que una artista. Es una marca. Y que su familia haya decidido, por fin, que Jerez sea la depositaria de su imagen es una muy buena noticia. Tampoco algo sencillo, pues novias no le faltaban al legado de 'La Faraona'. A buen seguro que muchos de los visitantes del futuro Museo del Flamenco llegarán atraídos por la figura de Lola, a la que desde anoche se dedica la Feria del Caballo con todo merecimiento. No está nada mal empezar la Feria dedicada a Lola con una noticia así.

La consejera de Cultura empeñaba el viernes su palabra en que este proyecto saldrá adelante. Más allá de lo que ofrezca este nuevo espacio museístico, su puesta en marcha supone algo más para Jerez: que se cumple un anhelo, un deseo, algo que era de justicia que estuviese aquí. No es una industria con miles de puestos de trabajo, no. Pero ayuda a la autoestima tan baja que reina desde hace muchos años en la ciudad y sitúa por fin a Jerez en el mapa mundial del flamenco con sede propia más allá de espectáculos puntuales. Sin olvidar que el barrio elegido para este nuevo museo de la Junta es una zona deprimida de la ciudad, con argumentos flamencos históricos de sobra, que llevaba décadas pidiendo un poco de cariño.

Luego han de venir otras realidades, por parte de administraciones públicas y empresas. Porque ningún sentido tendría todo lo que se ha anunciado si no se acompañase de otras medidas de apoyo más allá de los contenedores de cultura. Pero lo primero, que lleguen las máquinas a Belén.

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