LA nicolumna

Nicolás / Montoya

Con la gestión por bandera…

DURANTE muchos días la verdadera identidad de los pueblos y las ciudades se ofrece claramente. Coordinar eventos de más de doscientas mil personas, ayudar a organizar el caos de tráfico por motivos diversos, montar una feria de miles de bombillas en pocos días o dialogar en la consecución de soluciones en huelgas laborales son el mejor ejemplo. Las Calandrias, los circuitos urbanos y los de GP, los problemas de funcionarios y de jueces pasotas, son el mejor ejemplo de que para que las cosas funcionen se debe saber gestionar. Y no todo el mundo está preparado. Si gestionar un simple certificado es, a veces, una aventura, que no debe ser para un padre o una madre organizar el baño de tres adolescentes sudorosos a la misma hora. Si gestionar un piso de San Joaquín o del barrio de la Viña es complicado, imaginémonos lo que debe ser sentarse para poner en marcha un plan general de ordenación urbana o una coqueta feria del libro. Trabajar en equipo supone aceptar las reglas del juego. El trabajo organizado se basa en la humildad y en el respeto a las funciones de los demás. Su ideario integrador es contrario al individualismo, por lo que se puede concluir que trabajar en equipo para los andaluces es tarea complicada; a no ser que se obtenga un beneficio personal a corto plazo, o que las cosas se planifiquen desde un principio como se debe. No podemos olvidar que la principal tarea de algún funcionario público es ofrecer los servicios de calidad que se esperan de nuestra civilización. No existe una Facultad de gestores en el campus, pero si el mirlo blanco existiese debería trabajar para los ciudadanos, en entidades públicas, de manera que el esfuerzo fuese el mínimo para conseguir que la elevada cantidad de problemas que surgen en cualquier población en el día a día se solucionen. Es lo mínimo que podemos pedir ante tanta incompetencia. Eficacia y eficiencia. Palabras poco habituales entre los gestores públicos.

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