LA necesidad hace virtud, y por eso parece que se está llegando a un buen rollito entre las cúpulas de los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, propiciando un entendimiento sobre temas de máxima importancia. Uno de ellos es el de fijar una postura común ante la Unión Europea y otro, la elaboración y aprobación de la Ley de Transparencia. El giro observado en las intervenciones parlamentarias de los últimos días, por parte de Rajoy y de Rubalcaba, se ha materializado luego en alguna reunión entre ambos y, por lo que cuentan, gracias a esto se han abierto ya varios cauces de negociación entre relevantes figuras del Gobierno y de los dos partidos, con el objetivo de ofrecer esa imagen de unidad sobre temas fundamentales, de cara al exterior y también para el consumo interno.

O sea, que esto promete, aunque experiencias anteriores invitan a mirar este proceso con muy moderado grado de optimismo. Cada día se hace más evidente que una gran parte de los ciudadanos españoles y, por tanto, un gran número de votantes, para uno o para otro, está dándole la espalda a los grandes partidos. Unos, miran hacia los minoritarios, y otros se encuentran en el limbo político, propicios a ser atraídos por una oferta electoral nueva, al estilo del 15-M o de la encabezada en Italia por el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo.

Cierto es que este último ejemplo de política alternativa es desalentador porque, pese a sus buenos resultados en la generales italianas, su negativa a entrar en el pacto político, ha dejado al actual gobierno de Enrico Letta en las manos interesadas de Berlusconi, así que han conseguido el objetivo contrario de lo que predicaban. También tenemos ejemplos más cercanos de los resultados prácticos de algunos aventurerismos políticos. Uno de ellos fue el caso de Jesús Gil en Marbella, que ha llegado al caso Malaya, la irrupción en las europeas de Ruiz Mateos o, aún más cercano, la actuación del grupo de Rafael Gómez, Sandokán, segunda fuerza política en el Ayuntamiento de Córdoba, que vive un proceso de destrucción interna, con denuncias cruzadas y agresiones mutuas. Estos aventureros sólo encuentran espacio en los vacíos que dejan los grandes partidos que, con sus virtudes y defectos, garantizan un normal comportamiento institucional y democrático. Para achicar ese espacio perdido, PP y PSOE tienen que volver a demostrar que sus intereses son los de la mayoría. Para eso hay un paso decisivo, que es el gran acuerdo.

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