La ciudad y los días
Carlos Colón
Tesoro de la Iglesia, patrimonio universal
La colmena
A punto de cumplirse un año de la invasión rusa de Ucrania, una tragedia planificada con efectos en cascada aún por digerir, la cuesta de enero de 2023 iba a ser la de los precios en lo económico y lo sanitario en lo social. El año de la recuperación (Fitur lo proclama hoy desde Madrid) y del obligado debate energético. Ilusos. La política, siempre, nos distrae de lo importante.
Hoy, las secuelas de la pandemia, con el primer caso de la variante kraken ya detectado en Andalucía, lo que está haciendo es normalizar la crisis de las colas y la falta de recursos en la parte más débil del sistema: ambulatorios y centros de salud. Confundida con las infecciones respiratorias propias del invierno, las mareas blancas que se están desplegando por media España tienen un desencadenante puntual (con singularidades y conflictos propios) pero con un trasfondo estructural que va más allá de la gestión de cada reino de taifas. Con los precedentes que tenemos en justicia, violencia de género o educación, pedir un Pacto por la Sanidad puede sonar a brindis al sol. Bien. Pero, en tal caso, seamos conscientes de que, al otro lado de la negociación y el consenso, lo que hay es imposición. Intervención. Y asumamos que hay realidades para las que ya no tenemos respuesta. Desafíos ingentes, inéditos en muchos casos, que tienen que ver con nuestro día a día y que evidencian lo muchísimo que dependemos de que funcionen nuestras instituciones. Sin "tropelías". Con conocimiento y con criterio. Con capacidad. En lo económico, en lo sanitario y en lo social.
Pero hoy, otra vez, resulta que el problema somos nosotras. Las mujeres...
Este fin de semana vi en el Teatro Alhambra Lectura fácil, una obra irreverente y feroz (con permiso de los Apegos feroces de Vivian Gornick) que me ha dejado completamente tocada. Sobre un texto de Cristina Morales, Alberto San Juan hace saltar por los aires el concepto de la discapacidad. Confieso que, sentada en mi confortable butaca prosistema, hubo momentos en que me vi sobrepasada. Sin embargo, escuchando el discurso paternalista y protector de Vox, me invade la misma rabia que sentía el sábado ante una sociedad políticamente correcta en la que todos nos creemosmejores estirilizando, por ejemplo, a una "subnormal".
Por mucha confusión que haya, es mayor la "incompetencia". Legal y real. No es la guerra cultural del aborto; es la guerra electoral del aborto. Y hay líneas que, ni hombres ni mujeres, podemos permitirnos cruzar. No deberíamos.
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