La columna

Bernardo Palomo

Y se hizo la luz

Hace treinta años, cuando llegué por primera vez a Jerez, me llamó poderosamente la atención lo poco iluminada que se encontraba la ciudad. La calle Medina, primera con la que me topé tras bajar la cuesta de la estación, era una especie de boca de lobo, con sólo dos bombillas de escasa potencia, una al principio y otra a la altura del Villamarta, todavía funcionando como cine. Con el paso del tiempo, Jerez fue convirtiéndose en una ciudad importante, fue conquistando parcelas de modernidad - algunas en eterna fase de ausencia - y fue queriendo adoptar nuevas realidades. Sin embargo, en cuanto a iluminación, Jerez ha seguido estando muy alejado de lo que debía de ser una gran ciudad. Hasta hace muy poco tiempo hemos soportado calles muy céntricas con una iluminación, no sólo anticuada, sino tremendamente escasa. Y de estas calles, Medina ha sido, sin duda, la que más se ha distinguido en este dudoso y triste ranking de calles mal iluminadas. Esto no es algo que me esté inventando para cubrir los espacios periodísticos de la columna semanal. Que se lo pregunten si no a los heroicos comerciantes del tramo existente entre la esquina de Santa María Rafaela y el cruce con Prieta. Aquello ha estado en permanente estado de dejadez desde la noche de los tiempos - incluso cuando los adornos de Navidad hasta allí nunca llegaban los operarios de Ximénez iluminación-. Pues bien, parece que la razón ha hecho que esta sempiterna deficiencia se arregle y por fin veamos -nunca mejor dicho- la calle correctamente iluminada. Nos hemos topado con farolas que nos han hecho recuperar, por la noche, ese tramo que se nos aparecía totalmente desconocido. Gracias a ello, vamos reencontrándonos con una ciudad. Una ciudad que sólo existía con la luces del día. En Medina, se ha hecho, por fin, la luz.

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