La ciudad y los días

carlos / colón

El hombre que saludaba a los aviones

UNA anécdota puede describir una personalidad tan certeramente como uno de esos retratos capaces de expresar un carácter a través de unos rasgos. En el libro El papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio (Ediciones B), que reúne varias entrevistas realizadas por los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti al entonces cardenal de Buenos Aires y hoy obispo de Roma y cabeza de la Iglesia católica, se cuentan algunas anécdotas que dan idea de la talla humana de este hombre sencillo, bueno y sensible. Algo dice ya de su talante que el prólogo lo escriba el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, con quien Bergoglio mantuvo unos interesantes coloquios recogidos en el libro Sobre el Cielo y la Tierra (Editorial Debate). Mucho dicen sus "palabras-hechos", porque en Bergoglio es imposible separar el creer del actuar, sobre los grandes temas del dolor y la muerte, la injusticia y la marginación, el perdón y la esperanza, las grandezas y miserias de los sacerdotes. O las pequeñas anécdotas reveladas por los periodistas, no por él, y ya conocidas por todos sobre su alergia al boato y su gusto por la sencillez.

Pero las que más me han dicho sobre su carácter son las que tienen que ver con la nostalgia por su ciudad de Buenos Aires. Por ejemplo ésta: "Cuando el cardenal Quarracino [obispo de Buenos Aires de quien Bergoglio fue vicario general] pidió a Roma un coadjutor, le solicité que no me enviara a ninguna diócesis, sino volver a ser un obispo auxiliar a cargo de una vicaría zonal de Buenos Aires. Soy porteño y fuera de Buenos Aires no sé hacer nada". Pues bien fuera de Buenos Aires que ha ido a caer, y no parece que no sepa hacer nada.

Pero la anécdota más conmovedora es esta: "Cuando estaba en Fráncfort haciendo la tesis, por las tardes paseaba hasta el cementerio. Desde allí se podía divisar el aeropuerto. Una vez, un amigo me encontró en ese lugar y me preguntó qué hacía y yo le respondí: Saludo a los aviones… saludo a los aviones que van a la Argentina". Leyendo este libro se comprende la magnitud de su renuncia. Ha sacrificado su amor a su ciudad, que ya nunca volverá a pisar con la normalidad cotidiana que tanto ama, y a la sencillez al aceptar el nombramiento que da tanto poder a un hombre que solo lo entiende como servicio. Éste es Bergoglio: el hombre que saludaba a los aviones que partían hacia su lejana patria. Ojalá le dejen seguir siendo así.

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