La hora de los libertarios

En España, hoy, se puede criticar al Rey y hasta a las víctimas del terrorismo, por cualquier medio

La semana pasada fue pródiga en noticias que afectan al siempre enconado e interesante debate sobre los límites a la libertad de expresión. Con apenas veinticuatro horas de diferencia, nos enteramos de la decisión del comité organizador de Arco de retirar la obra Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Sierra; de que el Tribunal Supremo confirmaba una sentencia anterior que condenaba al rapero conocido (en su casa) como Valtonyc a tres años de cárcel por unas letras ofensivas; y de la medida cautelar que secuestraba por orden de una juez el libro sobre el contrabando Fariña.

Esta cadena de decisiones ha provocado la no por esperada vehemente reacción de personas y colectivos de izquierda, quienes se diría han encontrado el escenario idóneo para la representación en la que sin duda se encuentran más cómodos, la de libertarios de los ciudadanos indefensos en el país de los recortes. Una monarquía parásita y hereditaria de otro tiempo, un Gobierno corrupto deseoso de cortar las alas a la libertad y unos jueces cada vez más politizados empeñados en meter en la trena al primero que pase por la calle, ya sea un rapero deslenguado o unos pobres nacionalistas sin independencia, un guion que ni soñado para los vendedores de paraísos.

Ocurre, sin embargo, que la cuestión no es tan simple como algunos quisieran. Dejo en un segundo plano la retirada de la obra, error más cercano a la torpeza que a otra cosa, y que esconde más una razón comercial que ética (de hecho, el autor la ha vendido a buen precio y han sido ya varios los espacios que han pedido exponerla), y lo del libro, y me centro en la condena al rapero en cuyas letras se juega con la muerte del rey e incluso de su hija y hasta se mofa de los padecimientos de, entre otros, Ortega Lara y Miguel Ángel Blanco. ¿Demasiada severidad en la pena? Puede ser. ¿Libertad de expresión cercenada? Mire usted, para eso, no.

Los que tenemos un concepto de la libertad, digamos, más modesto, fijamos nuestro límite en cuanto empieza la libertad del otro. En España, hoy, se puede criticar al Rey y a su Familia, al Fobierno y hasta a las víctimas del terrorismo, por cualquier medio, incluida la canción protesta. Y como ha escrito Javier Marías hace bien poco, comparar la situación del país hoy con la dictadura es cosa, más que de libertarios progresistas, de necios sin remedio.

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