En el momento en que los científicos del mundo se pongan de acuerdo en si el clima cambia hacia un calentamiento de la tierra o un enfriamiento, cuestión aún no aclarada, y se pongan serios para desacreditar a quienes hacen política de la meteorología, podremos poner de nuestra parte para paliar los inconvenientes que vendrán, con lentitud cósmica, dentro de varios milenios. Sospecho, aunque no estoy muy seguro, que nos quieren poner como ejemplo al planeta Venus de lo que será el nuestro en un futuro no lejano, si seguimos alargando las duchas mañaneras o encendemos demasiadas horas la calefacción. En lo que también es preciso que se pongan de acuerdo los hombres de ciencia es en si Venus fue siempre así, como es hoy, desde los primeros momentos de su formación (entiéndase "primeros momentos" los largos y violentos tiempos de la formación del sol y los planetas) o fue un lugar idílico que se estropeó.

Lo que sabemos de los planetas solares nos llega por libros de divulgación científica y por las noticias que pasan de las revistas de ciencia a los periódicos. A pesar de la vecindad con los planetas, en comparación con las inmensidades extrasolares, todavía no sabemos con certeza si Venus está en una fase por la que ya pasó la Tierra antes de las grandísimas lluvias que formaron los mares o, por el contrario, la Tierra va camino de convertirse en un infierno como el venusino. Una teoría, más sencilla que la de la partición artificial de Júpiter en pequeños planetas dentro de unos 10.000 años, cuando tengamos la tecnología suficiente, cree que si lleváramos a Venus determinadas algas capaces de sobrevivir en su infernal ambiente, se acabaría por provocar las lluvias torrenciales e interminables que harían de nuestro vecino y gemelo un planeta habitable. Todo se sabrá el Día del Juicio.

Hoy, gracias a la capa de nubes perpetua que hace de Venus un horno y le da al planeta una eterna luz rojiza y fantasmal de día y de noche, para nosotros es el espléndido lucero de la mañana o de la tarde. Nadie brilla como él. Júpiter y Marte le hacen competencia cuando las posiciones son favorables, pero ninguno le puede. Brilla tanto que en ocasiones podemos medir su sombra en los objetos. De tarde en tarde pasa por delante del sol, un espectáculo que vimos hace unos años y volveremos a ver, creo, en 2012, si estamos vivos. Algunas veces hace conjunción con Júpiter y, si no estamos avisados, nos parece que ocurre algo extraordinario, tal es el resplandor. En verdad, sólo en el cielo ocurren acontecimientos extraordinarios para quienes saben verlos. La política no puede mirar al cielo, sino al suelo. Si hablan de asuntos celestes, es porque un asesor ha leído un informe sobre cómo del cielo también pueden caer votos.

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