Disculpa que te perdone

La inteligencia de un pueblo cuando hay elecciones

CUANDO llegan elecciones como las de hoy solemos reaccionar de distintas formas y maneras. Cada uno, cada persona actúa en consecuencia según sus preferencias, confianza o simpatía con las diferentes opciones y en muchos casos nos alejamos de una de las consecuencias que después nadie quiere asumir. Cuando terminen las elecciones y salga el que fuere o los que fuesen vendrán las consecuencias y nos tendremos que aguantar durante cuatro años por lo menos. En este sentido podemos decir que la inteligencia de un pueblo se mide a la hora de elegir a sus representantes.

Así es, el pueblo, quienes otorgamos los votos y concedemos la posibilidad de gobernarnos a los representantes debemos ejercer después la fiscalización de lo votado. Para empezar el ejercicio de votar y elegir no debería estar contaminado por aquello de “voy a votar a este partido a ver si me enchufan en un puesto, a mí o a un hijo, a mi marido o a mi mujer”. Es decir, la motivación nunca debería ser la de “voy a votar para pedir un favor después” porque como sabemos gran parte de la mala política actual se basa en este motivo: “El que no ha pedido un favor está a punto de pedirlo” y así nos van después las cosas.

No es suficiente con votar y adiós que te vi. Es necesario votar con responsabilidad porque es mucho lo que nos jugamos en el presente y sobre todo en el futuro de nuestros hijos, de nuestros jóvenes que en muchos casos los tenemos confundidos. La trazabilidad de los votos debería ser como en una empresa u organización en la que se elige a un consejo de administración o bien a una dirección general con un equipo de colaboradores a quienes se le ponen unos objetivos en cada departamento. Unos objetivos que deben ser reales, conseguibles y bien remunerados pero que deben ser fiscalizados de manera que mes a mes o en el tiempo que se acuerde se haga un seguimiento de los mismos. Este seguimiento debe estar basado en corregir las desviaciones aportando propuestas y medidas correctoras dentro del tiempo y de la forma que corresponda y si en un tiempo determinado no se ve color o se aleja de la linea que se le ha marcado hay que tomar decisiones y si no hay forma de reconducirlo debemos cambiar de dirección y no dejar que la mala gestión continúe.

Llegados a este punto habría que pedirle responsabilidades si fuera oportuno y sobre todo cambiar de dirección por el bien del interés común. En el caso de los políticos que hayamos elegidos deberíamos proceder igual. Hay que darles confianza para que gobiernen y gestionen pero de igual forma y contundencia hay que exigirles y no pedirles un favor a cambio para tenernos con la boca callada y así avancen en sus “donde dije esto ahora digo lo otro”, mentiras y cambios de discurso a medida que se van apoderando del sillón.

Debemos exigirles que trabajen y cumplan sus promesas. Sobre todo que trabajen por el interés común que por eso les votamos. Los políticos deben tener sobre todas las cosas vocación de servicio -olvidada en muchos casos- y no buscar un sueldo en la política porque no lo encuentran en el mercado laboral. Exijamos responsabilidades y sepamos penalizar con nuestro voto a los oportunistas mamarrachos que nos toman el pelo sean del color que fueren. Votemos con responsabilidad que después no sólo la culpa es de los políticos también es nuestra. No lo dudemos, al final la inteligencia de un pueblo se mide a la hora de elegir a sus representantes. Ejerzamos nuestro voto y después para la playa el que quiera pero votemos y vaya usté condió.

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