Antonio / Gallardo

"Los irlandeses y la cabalgata de reyes"

HE quedado este año encantado con la Cabalgata de los Reyes Magos. Se ve que como estoy iniciando la Cuarta Edad -que es aquella en que la vejez tiene ya un pie en Jerez y el otro en el Plus Ultra- los caprichos y la inocencia de los niños pequeños se unen a los dolores físicos y al moco caído que son distintivos propios de quienes hemos dejado atrás los ochenta años…

Se me van las ideas como niñas traviesas e intento atraerlas de nuevo hacia la cabalgata del martes pasado que fue para mí, como digo, una maravilla. No porque esperara yo ningún regalo ya que pienso que el mejor regalo es estar vivo y darse cuenta de que ahora imperan las nuevas costumbres, las ideas, y la moral que han hecho de la humanidad una global e inmensa cabra loca.

A lo que iba: colores, luces, expectación y alboroto, serpentinas y papelillos rodeaban la sierpe de cartón piedra, barbas blancas y rizadas, bandas de música y bandas de adolescentes semiterroristas que pululaban entre la multitud de niños en brazos y ojitos sorprendidos.

Sus majestades, que eran dos y una reina maga que se hace pasar por el rey Baltasar, saludaban y echaban balones a los dos equipos de fútbol que tenemos en Jerez.

La igualdad de sexos que está alcanzando cuotas que yo no podía preveer desde la atalaya de la senectud, ha llegado a conseguir que una mujer se decida a encarnar a un rey mago con el simple aderezo de una caja de betún. Llegará el día en que la dichosa, progresiva y asaltante igualdad de sexo vaya aumentando el número de reinas magas con el correr de los años.

Creo predecir que sobre el año cincuenta la Cabalgata de Reyes es posible que cuente con tres reyes magos varones, tres reinas magas hembras, tres reyes magos amantes del padre Pene y, naturalmente, tres adoradoras de la madre Vagina.

Mientras este prodigio llega, ¿en qué rincón del universo seguirá encadenado nuestro buen Rey Baltasar?

Habrá que improvisar una nueva cruzada para liberar al bendito Rey que estará recitando los versos mazmorreícos de "La vida es sueño".

Pero antes de que se me olvide quiero contar a mis lectores la impresión que me produjo la presencia en la Cabalgata de tres grupitos de irlandeses que desfilaban detrás de las tres carrozas con velitas en las manos y los pies descalzos.

He preguntado a mis colegas los viejos y ninguno de ellos vieron a los irlandeses porque ya ellos estaban acostados a la hora del recorrido. Yo sí los vi… Es más, hablé con los intérpretes de cada grupo y me explicaron amablemente la causa de su presencia en un festejo tan costumbrista y remotamente religioso.

El primer intérprete me dijo:

-Mire usted, agradable viejo. Este grupo de irlandeses que presido forma parte de los muchísimos devotos que el Rey Melchor tiene en Dublín.

-¡¡No me diga usted..!!

-Se lo juro por las cenizas de my father. Y esa devoción se debe a que, hace ya muchos siglos, el Rey Melchor salvó de una muerte segura a nuestro príncipe Caimelondrón. El pobre príncipe se había tragado una espina de bacalao que lo estaba ahogando. Ese es el motivo de que estemos rindiéndole pleitesía, cada año, en las cabalgatas de los pueblos y ciudades de España.

-Oiga usted, rubicundo joven, ¿cómo salvó el Rey Melchor a vuestro príncipe?

-Con un destornillador así de grande… Lo salvó pero lo dejó afónico de por vida.

Con las manos en la cabeza fui a buscar al segundo grupo irlandés y saludé a quien le servía de intérprete:

-Bienvenido a Jerez y viva Irlanda.

-Gracias, vetusta criatura… ¿Cómo sabe usted que somos irlandeses?

-Porque tenéis color de salmonetes.

-No sé lo que son salmonetes, pero vamos siguiendo a nuestro patrón el Rey Gaspar.

-¿Qué ha hecho por ustedes el Rey Gaspar?

-Nos regaló la fe católica, que la traía debajo de la barba. Y ha hecho muchos milagros a favor nuestro. Un antepasado nuestro que perdió la cabeza…

-¿En un bingo?

-Déjese usted de cachondeo, anciano inmundo. La perdió en una batalla contra los ingleses. Y mire usted que prodigio: apareció el Santo en medio de la refriega y le puso a nuestro antepasado la cabeza en las manos.

-¿No sería San Dionisio?

-San Dionisio lo imitó, pero como predicaba en francés los jerezanos no lo entendieron

Me conmovieron aquellos irlandeses tan rotundamente católicos. Busqué al tercer grupo que iba rezando el rosario y le pregunté al que me pareció su intérprete:

-¿Son ustedes devotos del Rey Baltasar?

-Lo somos. Venimos en plan de penitencia para agradecerle los muchos favores que hace en nuestra patria.

-Pues mire usted, señor intérprete: ese rey negro al que ustedes van siguiendo no es el auténtico Rey Baltasar. Lo sustituye una señora convenientemente ataviada para usurpar la realeza del gran rey…

El irlandés comunicó a todos sus compatriotas que el rey Baltasar se encuentra prisionero para dejarle sitio a una señora embetunada.

Se salieron los irlandeses de la cabalgata muy indignados. Hablaban en voz alta y gesticulaban y acabaron sentándose en el suelo para ponerse los calcetines y los zapatos que llevaban colgados de un hombro.

La gente los miraba sorprendida mientras los tres intérpretes me aclaraban:

-Mire usted, señor Matusalén… Llevamos muchos años desfilando detrás de nuestros tres santos Reyes. Y esto no es admisible…

-Devoto irlandés. Nosotros hacemos en Jerez lo que se le ocurre a nuestros gobernantes. Además, hay que ser progresivos y reconocer la igualdad de sexos…

Los tres grupos de irlandeses se alejaron de la cabalgata muy ofendidos y se sentaron a beber cerveza en la Cruz Blanca…

El miércoles volverían en avión echando pestes de los gobiernos españoles, o sea, que hicieron lo que nosotros hacemos cuando tres o cuatro nos reunimos a tomar unas copas…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios