HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

La izquierda en vilo

NOS tienen en vilo a todos. La izquierda revolucionaria y reaccionaria fracasó en la URSS después de muchos años de dictadura y ya no pudo servir como modelo de sociedad. Quedaron Cuba y Corea del Norte, no sé si alguno más, como países imitadores de aquel experimento extraño a la naturaleza humana. Tenemos la impresión de que una extrema derecha internacional ha tomado el lenguaje de la vieja izquierda para imponer dictaduras facistoides. Hitler llamó a su partido nacionalsocialismo. Los exaltados iraníes se llaman revolucionarios, y lo son cuando ahorcan homosexuales en público, visten a sus mujeres con disfraces de monjas y preparan la bomba atómica para exterminar, dicen, a Israel. Del presidente venezolano sabemos lo suficiente como para saber que su 'vía al socialismo' es todo lo que se quiera menos de izquierda. Sus amigos de América van también por caminos desconcertantes: vean el asombroso apoyo a 180 lenguas y culturas sólo en Bolivia.

Por más que me gustaría encontrar naciones con gobiernos de izquierda, las más progresistas que me vienen a la memoria son las democracias liberales de Europa Occidental, excluida España por el paréntesis unilateral de su actual Gobierno. El liberalismo moderno no es depredador sino muy ajustado a la naturaleza humana: da leyes eficaces para resolver los conflictos, no da leyes sin que las pida una mayoría clamorosa e interviene lo mínimo en la vida y en las actividades de los ciudadanos. El moderno pensamiento liberal francés (Rebel, Pauwels o Aymé, por citar los escritores que me han venido a la memoria) es un modelo de sentido común, de humanismo y de conocimiento de la condición humana. Cuando Marcel Aymé escribe que el ejercicio constante de la falsedad hace que las personas pierdan consciencia de que piensan lo contrario de lo que dicen, expresa muy bien la confusión en la que se haya la izquierda, confusión que ha terminado por desconcertarnos a todos.

Jean-François Rebel advierte de que la ilusión y el sofisma totalitario de que sólo una revolución puede hacer mejor y más justa a la sociedad, cambiándola de golpe y por completo, destruyéndola y reconstruyéndola, ha conducido al nazismo y al comunismo y es la justificación del terrorismo. Lo sabemos hace tiempo. Así fue en Alemania y en Rusia, y así es ahora en Irán, Venezuela o Nicaragua. Los muy jóvenes, también lo sabemos, andan desorientados sin saber qué cosa sea la izquierda, porque les han hecho tal rompecabezas con el concepto y les han inculcado tales contradicciones que muchos de ellos acaban por admitir como dogma de fe, la mayoría más torpe, lo que le dicen que es de izquierda. Los intuitivos y sensatos dudan de que los regímenes de Irán, Venezuela o Bolivia, aunque puedan ser revolucionarios, sean de izquierda.

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