Manuel Ríos Ruiz

La jondura de Parrilla de Jerez

LE vimos crecer junto a su guitarra, bajo el aliento patriarcal de su padre y las lecciones de Rafael del Aguila. Hijo del inolvidable Tío Parrilla, era nieto de Juanichi El Manijero, sobrino de Tío Borrico y de Sernita, pertenecía a la ralea jerezana de los gitanos Fernández, el arte flamenco lo llevaba Parrilla de Jerez en las venas y le floreció niño todavía.

Solamente tenía trece años cuando le aplaudieron en la Feria de Sevilla, maravillados los cabales del aroma sonoro de su guitarra. Y enseguida sus primeras actuaciones en los tablaos. Caracol se lo llevó a Los Canasteros, para acompañar a las primeras figuras y para él mismo cantar con su toque jondísimo, magistral desde entonces. De vuelta a Jerez, en unión del maestro Joaquín Villatoro, le organizamos su primer concierto como solista en la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Arte y Letras, corría el año mil novecientos sesenta y cinco. Después, toda la geografía española disfrutó de su guitarra, junto a la voz de La Paquera, en el espectáculo de Lola Flores.

Siempre seguimos muy de cerca su devenir artístico y le producimos su disco "Guitarra gitana" (CBS). Mereció, en mil novecientos setenta y tres, el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología, y su presencia en los festivales fue continua como tocaor preferido de Algujetas, José Menese, Curro Malena y naturalmente de La Paquera. Director musical de los coros de villancicos para la colección discográfica iniciada por la Caja de Ahorros, es un quehacer digno de encomio, una labor de Parrilla de Jerez, que queda para los anales del arte flamenco.

Su toque, su música tan sentida anímicamente, es un ejemplo que ha quedado en la discografía de los últimos años del siglo veinte como un ejemplo de pureza flamenca admirable. Queda también para siempre su capacidad compositora, de la que es ejemplo su grabada marcha procesional, muestra inequívoca de su talento y de su sensibilidad de creador en su género.

En 'El Gran Libro del Flamenco' (Editorial Calambur, 2002), hemos dejado escrito, después de mencionar sus patás bailaoras heredadas de su padre: "El toque de Parrilla de Jerez se distingue, está inmerso en lo más esencial del arte flamenco, tiene un matiz racial que lo particulariza y personifica, una donosura específica en las falsetas que sugestiona, Y si en los estilos grandes -siguiriyas y soleares- es su guitarra sobrecogedora, en las bulerías es verdaderamente cada día más sorpresiva y alucinante". Hoy a la par de la emoción y el sentimiento que nos causa su muerte, nos queda el consuelo de recordarlo en plenitud vital y artística, con su bondad a flor de piel, lo mismo que su arte tan jondo como bendito. Era cabal desde el tuétano a su música.

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