Mauricio Gil Cano

'La otra ladera' de José Antonio Sáez

'La otra ladera' de José Antonio Sáez.

'La otra ladera' de José Antonio Sáez.

En estos tiempos envilecidos de fanatismo materialista, conviene regresar a la poesía, porque en ella el lenguaje vuelve a adquirir un valor sagrado que nos salva. Por virtud de su facultad poética, las palabras crean una realidad espiritual que nos penetra y envuelve. Una serena conmoción causará al lector En la otra ladera (Catorce Bis Editorial, 2018), de José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957). Los cuarenta y ocho poemas en prosa que lo integran invitan a un viaje interior para contemplar la belleza en su asunción más plena, es decir, la que implica inseparablemente la bondad y la justicia, en suma, el amor.

En José Antonio Sáez ética y estética van de la mano, o son dos caras de la misma moneda o, mejor, están tan imbricadas que es inútil distinguir la una de la otra. Poeta de consolidada trayectoria, con más de una decena de títulos publicados, uno de éstos, Limaria y otros poemas de una nueva Arcadia, apareció en Jerez en 2008, en la colección Hojas de Bohemia que, a la sazón, yo dirigía. Ya entonces Miguel Florián advertía en el prólogo que su autor “es capaz de abismarnos en esa hoguera de desvalimiento y ternura a que al fin se reduce la naturaleza humana”.

El poemario viene precedido de unos versos visionarios de Dylan Thomas que constituyen, ante la muerte implacable, una apuesta decidida e intensa por la esperanza, por la vida. Las páginas que siguen están imbuidas de esa fuerza pacífica, pero también son conscientes de la caducidad: “No puede haber mayor desamparo para quien conoce su destino que una pactada entrega”. Conscientes de lo fatal: “Las demás criaturas lo ignoran y son dichosas en su ignorancia”.

El amor, la luz, la transparencia, el alma promueven un discurso que transcurre entre lo reflexivo y lo emotivo, entre lo personal y lo universal, entre lo perentorio y lo trascendente, siempre delicado, que pregunta por la dignidad y la ética, por la humildad, por la sencillez, por la generosidad. Ante un mundo que agoniza replica: “Para vivir, basta un principio con que echarse al camino y un final tan digno como cerrar los párpados”.

La naturaleza está presente en los textos de José Antonio Sáez, teñidos muchas veces de melancolía, y con aquella el amor, un amor verdadero que sabe del perdón y evita los prejuicios. Poemas misteriosos donde el mar vuelve a ser metáfora en que van a dar los ríos; en que hay una inquietud escatológica y una valoración de lo vivido. Porque el poeta ha llegado a ese horizonte de la existencia que solo puede ser contemplado desde la sabiduría: “Mas qué gran orfandad la nuestra: no somos sino una continua pérdida”.

Esa conciencia de la contingencia se plasma en ciertos reconocimientos o en pasajes sobrecogedores, donde la muerte acaba de suceder. En el vertiginoso bullicio de la actualidad, pocos libros encontraremos de tanta hondura como este de José Antonio Sáez. Constituye En la otra ladera un volumen para leerlo con recogimiento, en silencio, de un modo casi religioso, como si estuviéramos en íntima oración con el Dios que llevamos dentro.

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