MANUEL Chaves fue investido ayer por sexta vez como presidente de la Junta de Andalucía tras recibir el voto de los 56 diputados socialistas y el rechazo de 46 de los 47 diputados del PP y de los seis de IU. Aunque la voluntad soberana de los andaluces ha impedido la presencia andalucista en el Parlamento autonómico, el regreso como portavoz del Partido Popular de Javier Arenas y el retorno al mismo cargo en Izquierda Unida de Diego Valderas ha terminado con la anormalidad de la anterior legislatura, en la que los máximos líderes de la oposición no disponían de escaños en la Cámara andaluza. El Parlamento puede, pues, volver a ser el centro de la política andaluza en una coyuntura en la que la mayoría absoluta del PSOE ha quedado limitada a su mínima expresión y obliga al partido mayoritario a gobernar de otra manera. El debate de investidura de Chaves, que concluyó ayer tarde, puso de relieve que el PP ha visto reforzado su papel de oposición por el retorno de un parlamentario experimentado y solvente desde el punto de vista dialéctico como Arenas y que Chaves queda emplazado a cambiar en parte su política al necesitar del contraste con una alternativa viable y eficaz. Chaves y Arenas protagonizaron un debate tenso y de altura, que por momentos recordó la época de la pinza, su última etapa de enfrentamiento directo. Por lo escuchado ayer, va a ser difícil que el PP acepte las numerosas ofertas de pactos lanzadas por el reelegido presidente de la Junta, al que no concedió credibilidad por estimar que ha resucitado sus promesas incumplidas en mandatos anteriores. Por el contrario, el enfrentamiento entre Chaves y Valderas fue de tono menor, aceptando el primero la posibilidad de "espacios de entendimiento" entre las dos fuerzas de la izquierda, sobre todo en materia de derechos sociales y desarrollo del nuevo Estatuto. La octava legislatura promete ser viva e interesante.

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