Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Tan lejos, tan cerca

La imagen que recogía este martes el gran fotógrafo Fito Carreto y que ilustraba la portada de este Diario un día después resume perfectamente la situación que se vive en torno al drama de la inmigración. La llegada continuada de personas en pateras a nuestras costas desde hace tantos años ya no es novedad y, viendo la imagen de esos jóvenes tumbados plácidamente en la arena junto a la barca de madera en Valdelagrana, queda claro que esa presencia no altera en absoluto sus planes. Como tampoco los de miles de personas que asisten impasibles ante un problema que, piensan, no es suyo. Tan sólo cuando esa presencia de inmigrantes acaba llegando muy, muy cerca (más incluso que aquella patera), salta la chispa de la incomprensión o, aún peor, de la indignación y la intolerancia. No ayudan a evitar esto último los bandazos y palos de ciego que se están dando desde el actual Gobierno, la falta de recursos y, por supuesto, la confrontación política en un asunto tan delicado y a la vez tentador desde el punto de vista electoral.

Aunque haya españoles que a raíz del episodio del 'Aquarius' han descubierto que están llegando inmigrantes a nuestras costas, en la provincia de Cádiz llevamos casi cuatro décadas en primera fila de este drama, a menudo con dos 'Aquarius' por semana. Y hasta el propio Gobierno de Sánchez se ha visto sorprendido, viéndose obligado a variar el rumbo inicial de su política migratoria con la Unión Europea vigilante.

Jerez es una de las ciudades que, sin tener costa en su término municipal, ha apostado firmemente por dar refugio a quienes llegan a las playas huyendo de la miseria o la guerra. Esta posición ha llevado a determinados insensatos e indocumentados (por suerte una minoría aunque aprovecha el eco de redes sociales) a agitar el fantasma del racismo y el odio al otro con mitos como que vienen enfermos, a quitarnos el trabajo y a delinquir. Un discurso que, por desgracia, algunos compran y que se convierte en ocasiones en objeto de confrontación política porque en este asunto, como en otros, en este país no existe la conciencia de asunto de Estado.

Dentro del drama de la inmigración cobra especial gravedad la que afecta a los menores que llegan no acompañados y que la Junta de Andalucía trata de acoger en albergues. En Jerez, a falta de lugares adecuados y con el centro Manuel de Falla muy por encima de su capacidad, varias decenas de menores están siendo acogidos en un antiguo hotel céntrico, un hecho que ha despertado las quejas de los vecinos colindantes porque aseguran que se producen altercados constantes en el lugar. (La historia reciente de este hotel que ahora es de la Junta da para otro artículo). Es un claro ejemplo de que el problema de la inmigración no nos preocupa hasta que lo tenemos al lado y nos toca muy de cerca. También demuestra que existe una abrumadora falta de recursos y de que sólo desde la solidaridad entre regiones se puede afrontar con mínimas garantías.

Lo que nunca debe permitir una sociedad -y vuelvo a la foto a la que me refería al principio- es que llegue el momento en el que este drama, tan lejano y tan cercano a la vez, nos deje indiferentes.

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