Hace poco el Diario publicó una información titulada 'Los expertos recomiendan 'besos sin lengua' tras el periodo de confinamiento. Útil y graciosa. La mayoría de los lectores se la ha tomado con humor. Pero sorprenden comentarios como "hasta en esto se tienen que meter" o "lo que nos faltaba era que este estado policial nos diga cómo tener sexo". Responden a algo profundo: una campaña reaccionaria para provocar el caos, cargarse el gobierno… y poner a alguien que sí que sabrá de estado policial y autoritario. Y no sólo aquí. En EE.UU. un grupo de manifestantes ¡armados! asaltó en pleno debate el Capitolio (parlamento) de Míchigan, jaleados por Trump, pidiendo el fin del estado de alarma. Y en nuestras Cortes algunos diputados de la misma onda gastan tiempo y saliva por sustituir el actual estado de alarma por un batiburrillo de cuatro leyes. ¿A quién le importa una o cuatro leyes?

No hay alternativa al confinamiento, por cierto, ya atenuado. Bueno, sí: que haya un rebrote de la epidemia y que todos juguemos a la ruleta rusa sin saber cuántas balas tiene el tambor. ¿Ataque a las libertades? ¿Restricción del derecho a la libre circulación? ¿Es que no hay un peligro real de pérdida de vidas humanas? En Jerez, la Iglesia de Santiago estuvo cerrada por ruina durante 11 años. También se cierran calles por obras, como ahora Corredera. En Semana Santa y la motorada no se puede ir siempre por donde uno quiera. ¿Se pone entonces el grito en el cielo por el supuesto ataque a la libertad de circulación? No, porque hay riesgos y razones que lo justifican.

Pues ahora, hay riesgos y razones que justifican el confinamiento. Vidas humanas. Jugar lo menos posible en esta rifa mundial de muerte. Yo sigo en casa cuando toca (y un poco más por prudencia). Mi libertad sigue intacta.

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