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Habladurías

Fernando / taboada

Otra ley para la colección

SE han vuelto a poner en huelga, ahora para condenar la nueva ley educativa. Pero no entiendo estas protestas de los estudiantes. ¿Es que nadie les ha dicho que aquí esas leyes vienen a durar como mucho un par de años? Por nefasta que sea la que se nos viene encima, no hay que ponerse dramáticos. En cuestión de meses llegará otra, y luego otra, y así hasta que se personen los señores esos dellibro Guinness y certifiquen que el récord mundial de reformas educativas ya lo hemos vuelto a batir.

Afortunadamente esta manía de cambiar las leyes como quien cambia de champú solo afecta a la Educación. ¿Se imaginan ustedes que cada dos por tres se derogara la ley de enjuiciamiento criminal? ¿O que el derecho internacional público fuera también de quita y pon? Probablemente los jueces acabaran colgando la toga y vistiendo en los tribunales una camisa de fuerza con puñetas.

Bien es verdad que a la Educación le hace falta una mejora sustancial porque en unas cuantas décadas los alumnos han pasado de aprender como papagayos la lista de los reyes godos a no saber ni qué es un rey ni en qué selección de fútbol jugarían hoy los godos esos. Pero andar parcheando las leyes educativas (como el que intenta arreglar una casa en ruinas sustituyendo el papel pintado de las paredes) lo que ha propiciado es que nuestros estudiantes, después de varios lustros mirando a una pizarra, salgan igual de preparados que si hubieran pasado todo ese tiempo en un parque de atracciones.

Tras demasiados años de enseñanza a la deriva, con proyectos pedagógicos de inspiración saltimbanqui, y después de tantos experimentos que habrían sido interesantísimos si en lugar de haberlos probado con personas se hubieran ensayado primero con ratas de laboratorio, ha quedado claro que, por arcaico que parezca, la sintaxis y la filosofía no son cosas que se aprendan jugando con plastilina.

Justo es reconocer que a este ritmo de deterioro (tras haberse convertido la universidad en una prolongación de la guardería, pero con menos columpios) urge buscar soluciones. ¿Pero no da la impresión de que esta nueva ley -como dice el refrán que sucede con los perros y la rabia- tiene previsto acabar con el fracaso escolar acabando primero con la escuela?

Muchos se preguntarán qué cabe esperar de un ministro que, por su asombroso parecido con Peter Cushing, mejor habría hecho dedicándose al cine de terror. Pero seamos serios. No se puede negar que despidiendo a más profesores vamos a ser los primeros en algo (en brindar la enseñanza más barata de Europa). Ni se puede negar que la enseñanza del bachillerato sería bastante más económica si se impartiera por correspondencia. Pero tampoco debemos olvidar que la mejor forma de arruinarse es intentando ahorrar a toda costa. ¿Qué pasa cuando se compran los trajes en los baratillos? Que cada dos años hay que tirarlos a la basura. ¿Dos años? Lo que viene a durar una ley de Educación.

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