Que llueva

Aiaigasa es una palabra japonesa que define el compartir un paraguasentre un chico y una chica

Los extremos se tocan y, por eso, el país del Extremo Oriente, Japón, y el país del Extremo Occidente, España (cuya mejor parte, Camoens dixit, y la más occidental, es Portugal) tienen tantísimas cosas en común. Empecemos por el atún, que rima y nos encanta. Luego está, oh, la poesía: la soleá y el haiku se abrazan en la extremosidad de sus tres breves versos. La admiración de los japoneses por el flamenco es tan intensa como la mía por los samuráis. "La Invención de los Cristianos" en Ôura me emociona y la historia de la embajada Keichô a Sevilla me apasiona.

Podría ocupar la columna con el recuento de los amores recíprocos. Pero vengo a hablar sólo de una palabra. Los japoneses tienen una, aiaigasa, para nombrar la acción de "compartir un paraguas entre un chico y una chica". Lo sabemos de buena tinta: nos lo ha contado la editorial Quaterni, especializada en que los extremos se toquen, traduciéndonos la mejor literatura oriental.

No puede gustarme más que algo que no puede gustarme más tenga una palabra que no pueda gustarme más. El nombre propio reconoce la singularidad de la acción, que es maravillosa. Los dos, dando tumbos para sortear los charcos, apretadísimos bajo la pequeña protección, con la excusa de que el mínimo despegue de la fermosa cobertura tendrá el justo castigo de calarnos hasta los huesos. Ah, y las manos cruzadas sobre el tembloroso mango y la varilla helada. El repiqueteo del chaparrón rima con el trepidar del corazón.

La palabra está a la altura, aiaigasa: "ay, ay", empieza, con dos suspiros divertidos, el chico y la chica, porque se siguen mojando un poco. Y luego está el "gasa" que remite a la suavidad de seda del agua de lluvia, fría, transparente, delicada. Kiko Méndez-Monasterio, como es nieto de un capitán general de caballería e hijo de un teniente coronel de artillería va más al galope a lo explosivo y propone un sinónimo: "Aíaytema", y, sí, normalmente, ahí hay tema, bajo el paragüas (con diéresis de gotas de lluvia, una por ella, otra por él), pero es más japonés dejarlo tras la gasa, en el ay, ay. Otra cosa es mojarse juntos sin paraguas, bajo una chaqueta precipitada e inútil, que también es romántico, pero ya mucho más salvaje.

Yo tengo un interés particular en el aiaigasa. Basta que llueva y que sólo tengamos un paragüas para que mi mujer y yo, 25 años después, volvamos a ser novios bajo la tormenta. Que llueva, que llueva.

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