Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Esa luz al final del túnel

Cuando algunos declaran ver ya la luz al final del túnel, otros sienten que deben haber cogido por la carretera equivocada, porque no ven claridad alguna. La economía ha caído un 20%, un porcentaje que amalgama en una media a quienes en la crisis de la pandemia les ha ido bien y a quienes directamente han desaparecido del mapa. Pedidos a domicilio, paquetería, juegos y financiación on line, laboratorios y farmacia en general están en la cara brillante. Alojamiento, transporte o entretenimiento han echado el cierre o, en el mejor de los casos, tienen músculo financiero que irse comiendo y así aguantar; otros languidecen con la incertidumbre sobre qué pasará en unos meses. Los negocios puntuales, o sea, asociados a fechas señaladas han saltado por los aires, y en muchos casos caído: consumos suntuarios navideños, como el foie, el champaña o el marisco, actividades vinculadas a puentes como en el que estamos, o sectores pequeños como la moda flamenca, se han quedado con los pies colgando. Las pymes -que en España son más en proporción que en otros países que nos son se referencia-, sufren más que las grandes, un 20% ha muerto. Una estructura económica que cuenta con más del 75% del PIB asociado a actividades de servicio -en principio más vulnerables a las crisis, con el turismo como paradigma- componen el panorama del daño. Los empleados públicos están mucho más a cubierto que los de empresas privadas o autónomos, y son maquinitas de llenar el carro de la compra y mover el dinero. El apuntalamiento de una estructura con serio riesgo de desplomarse se llama deuda, sobre todo pública. La clave será la deuda.

En las manos de la vacuna confiamos nuestro espíritu, y nuestra redención también tiene nombre: inmunidad de rebaño, somos una grey humana que, según hemos sabido en este curso acelerado de epidemiología que hemos recibido, pararemos el contagio y la muerte cuando un porcentaje suficiente de la población de un territorio esté inmunizada y se produzca el eureka bioestadístico, dando paso a la reconstrucción. De pronto, nos vemos pequeños y primitivos: somos rebaño, tribu amenazada. La intensidad de luz al final del túnel en que avanzamos palpando los muros y arracimados -pero con mascarilla y distancia de seguridad- depende del ritmo y porcentaje de vacunación de ese ganado sofisticado en las formas que a la postre somos. De niños, nos encantaba conservar la cruz de cenizas que se pone año tras año en tal miércoles como el pasado: vinimos del polvo, y polvo seremos: na. De momento, a vacunarse, friquis negacionistas incluidos.

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