
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
La trama
La ciudad y los días
Sigue la caza a lo McCarthy, Louella Parsons o Edda Hooper –las venenosas y poderosas columnistas de Hollywood– contra Karla Sofía Gascón. El Oscar se le ha escapado. Netflix la ha eliminado de la promoción de la película. Ella no cesa de dar excusas que empeoran las cosas al afirmar, por ejemplo, “hoy no soy la misma persona que hace 10 o 20 años”, sumándose a la confusión entre sus opiniones y su interpretación. Se me escapa lo que sus aberrantes tuits tengan que ver con su trabajo en Emilia Pérez. Se me escapa qué tenga que ver la vida privada o la opinión de un artista con la calidad de su interpretación. No se me escapa, en cambio, que si los tuits se hubieran cebado con el cristianismo no habría pasado nada. Pero esta es otra cuestión.
Con motivo de la polémica ha vuelto a salir a la luz el libro de Claire Dederer Monstruos. ¿Se puede separar al autor de su obra? (Península, 2023). Bobo desde la interrogación de su subtítulo, que solo tiene una respuesta: ¡pues claro que sí! ¡Se puede y se debe! Se confirma su bobería desde sus páginas iniciales: “Empecé a confeccionar una lista. Roman Polanski, Woody Allen, Bill Cosby, William Burroughs, Ricard Wagner, Sid Vicious, V. S. Naipaul, John Galiano, Norman Mailer, Ezra Pound, Caravaggio, Floyd Mayweather… ¿Y qué hay de las mujeres?... ¿Anne Sexton?, ¿Joan Crawford? ¿Sylvia Plath?... Volvamos a los hombres: Pablo Picasso, Lead Belly, Miles Davis, Phil Spector… A todos se les acusó de hacer o decir algo horrible, y todos hicieron algo fabuloso… No podemos ver o escuchar o leer esa obra fabulosa sin recordar aquello tan horrible… ¿Optamos por el olvido voluntario cuando decidimos escuchar el ciclo de El anillo del nibelungo?... ¿Es posible ver La hora de Bill Cosby tras las acusaciones de violación contra Cosby?”.
A quien mete en el mismo saco a Caravaggio y a Galiano, a Picasso y a Mayweather o El anillo del nibelungo y La hora de Bill Cosby no hay que prestarle demasiada atención. Ya podría ser Joan Crawford la sangrienta condesa Barthory, que seguiría adorando Johnny Guitar, y ya podía ser Bill Cosby un santo varón que no se me ocurriría ver su programa. Aunque se demostrara que Allen era Jack el Destripador huido a Nueva York y Polanski una reencarnación polaca de Sade (admirado por el progrerio, por cierto), seguiría amando sus películas y Chinatown me seguiría pareciendo una obra maestra.
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