desde el fénix

José Ramón Del Río

El estado de malestar

ANTES de que acabe el "Estado de bienestar" que disfrutamos los españoles, los agoreros quieren instalarnos en un estado de malestar. Bienestar y malestar son algo más que conceptos objetivos, son sensaciones subjetivas, placenteras o desagradables, y desde este punto de vista el bienestar lo define el diccionario, generosamente, como "vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad". Malestar, en cambio, lo define parcamente como "desazón, incomodidad indefinible". En la lengua inglesa, el Estado de bienestar tiene connotaciones religiosas, porque se le llama "estado providencia", en una clara alusión a la Divina, que se ocupa de todas sus criaturas, pero en ambos casos, se trata de un modelo de Estado en el que se prestan servicios o garantías sociales a todos los ciudadanos. Lo que empezó entre las dos guerras mundiales se configura desde 1945, primero en los países nórdicos y luego en los distintos lugares de Europa; la sanidad universal, la educación para todos, pensiones y seguros, son las principales prestaciones de este modelo de Estado y en España, sin llegar a la altura de los países nórdicos, hemos alcanzado un nivel aceptable.

Dicen los expertos que el error de la campaña que hizo el candidato socialista en las recientes elecciones estuvo en centrarla en los presumibles recortes que haría al PP en el Estado de bienestar de que disfrutamos, si las ganaba. Porque la gente no podía olvidar que cuando el PSOE estuvo en el Gobierno de la Nación se produjeron los mayores recortes sociales de la democracia, de los que son buen ejemplo los casi cinco millones de parados, la congelación de pensiones o la disminución del sueldo de los funcionarios. Todos éramos conscientes de que se había producido una grave crisis a nivel mundial, pero también que el Gobierno la había gestionado pésimamente, primero ignorándola, y luego, adoptando medidas poco eficaces.

Ahora parece que nuestra primera obligación es cumplir con los objetivos de déficit, lo que supone seguir gastando por encima de lo que se ingresa, pero hasta cierto punto. Y esta tarea seguiría siendo tan obligatoria como lo es ahora para el gobierno del PP si el ganador de las elecciones hubiera sido el PSOE. Nos toca ahora bailar con la más fea y añorar los tiempos de vinos y rosas. Ya no volverá a ocurrir lo que ocurrió una Semana Santa de hace algunos años, cuando un espectador, pasado de copas, entusiasmado ante el desfile marcial de la escolta romana y el sonido de su trompetería que acompañaba al paso del Ecce Homo, se dirigió al capitán, con voz aguardentosa, diciéndole: "Quillo, un vaso y un mes de permiso pa tós".

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