HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Los mapuches

De la división de los araucanos, llevados a la fama e inmortalizados por Alonso de Ercilla, aparecieron varios pueblos: los picunches, los huiliches y los mapuches. El principal es el último. La mayoría están en Chile, pero también los hay en Argentina. Sus lenguas, dialectos del antiguo araucano, pertenecen al grupo lingüístico andino ecuatoriano. No son muchos y viven irregularmente repartidos, y están, como no podía ser de otro modo, hispanizados. Para seguir la reaccionaria moda universal de vuelta a la prehistoria, se han organizado contra el gobierno chileno para pedir tierras y autonomía, sistema de fragmentación provisional para no hablar de golpe de independencia. Los jefes indigenistas suelen ser doctores o licenciados, no pueblo sencillo. Se comprende el deseo de querer ser jefes de un Estado minúsculo, siempre que haya algo que vender, dinero que recibir de las instituciones y mafias que lo administren.

Los localismos sentimentales han sido en todas las épocas un freno para el progreso, pero el que la aún llamada izquierda internacional y, en particular, la Iglesia, se hayan apuntado al retroceso de los pueblos, no deja de asombrarnos. Nos falta información. La tendencia natural del ser humano ha procurado conservar la educación sentimental en el espacio estrecho donde pasó su infancia, la verdadera patria del hombre, pero sin cambiar el corazón por la inteligencia. La inteligencia política humana ha tendido, sin desdeñar lenguas folclóricas inservibles y costumbres ancestrales tolerables por las leyes modernas, integrarse en un sistema político amplio que le permita hablar un mismo idioma con millones de seres, fortalecerse en un Estado fuerte y tener posibilidades de estudios y de trabajo fuera de su aldea.

Hasta la llegada de los españoles, y aun después los aislados en las montañas, los distintos pueblos araucanos vivían de una economía de subsistencia y de lo que el espíritu guerrero que los animaba le robaba al vecino y pariente étnico. Polígamos, antropófagos, muy crueles con sus enemigos vencidos y refractarios a la civilización europea, no se cuidaron de unirse contra los españoles, sino que reforzaron un sistema tribal en el que cada cacique era un despótico dueño de vidas y haciendas. Por Ercilla sabemos de la crueldad de los temibles guerreros, no faltos de valentía y de nobleza, pero a años luz de los principios cristianos y del Derecho. A Pedro de Valdivia, quien, como buen conquistador buscaba riquezas, le echaron oro derretido en el esófago. La izquierda totalitaria y centralista, la iglesia universal de la liberación y las oenegés solidarias internacionales defienden las aspiraciones de los mapuches, a ver si se pudren de pobreza y de ignorancia en su aislamiento y les aumenta la clientela

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