La columna

Bernardo Palomo

La máquina de la verdad

EN estos días se han cumplido cinco años de la desaparición de Marta del Castillo. Decir que todo sigue igual es faltar, absolutamente, a la verdad. La crueldad ha sido tanta que el tiempo y las incomprensibles actuaciones de los implicados y de quienes lo permiten - la propia sociedad - levantan ampollas de desesperación. Al final, por ahora, quines verdaderamente están pagando todos los daños que se desprenden de la tragedia son los desconsolados padres y familiares y, por supuesto, la pobre Marta del castillo, después de que el niñato se haya reído de todo el sistema judicial, del cuerpo de policía y, por extensión, de todo el pueblo, después de que haya mentido y buscado continuar con su rocambolesco juego, se le va a permitir que vaya ante no sé qué máquina de la verdad. Esto me huele a programa de su "alteza real" doña Belén Esteban y sus "ilustres" televisivos compañeros. Cuando lo del polígrafo - o lo que sea - termine, se televisarán, para regodeo injurioso, las nuevas historias comprensibles del muchachito asesino. Cinco años sin Marta del Castillo, y con la arbitrariedad de lo que está sucediendo a su alrededor, es una eternidad para una familia desgarrada y es, además un tiempo desesperante para una sociedad engañada impunemente por la desfachatez y la chulería de un asesino que se vale de los arbitrarios postulados de una sociedad injusta que ampara a un criminal y condena eternamente la tragedia de una familia. El asesinato de Marta del castillo es un infausto desenlace de una sociedad desesperada, abocada a un desapasionado proceso de decadencia. Y, mientras tanto, sus padres llorando la pérdida.

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