Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
Alto y claro
Pedro Sánchez se va a pasear desde mañana por el Palacio de Congresos de Sevilla como lo que es: el jefe indiscutido de una máquina de poder. Va a ser ese el factor determinante de los grandes aplausos y las muestras de adhesión inquebrantable que se van a suceder en un congreso en el que la máxima prioridad es reafirmar un liderazgo que está más que asentado y hacer una catarsis que les permita, al menos durante un fin de semana, escapar de la terrible espiral en la que se han metido a base de pactos imposibles con el separatismo identitario y de los casos de corrupción que empiezan a cercarlo y que harán correr ríos de tinta durante lo que quede de legislatura, sea mucho o poco.
Felipe González, que ya no es capaz de reconocerse en el partido que refundó hace medio siglo, decía el domingo en este periódico que el PSOE ha perdido el foco y que la socialdemocracia ha dejado de centrarse en la defensa de las políticas de igualdad. Esa es la triste realidad con la que el PSOE llega al congreso que se inicia mañana. En los últimos años ha dejado de ser una organización con proyecto político –el partido que más se parecía a España, se decía– para ser sólo una maquinaria puesta al servicio del poder. A cualquier precio y pasando por encima de lo que haga falta.
Eso lo saben muchos de los dirigentes del partido que estarán estos días en Sevilla, tanto veteranos como jóvenes, por más que la mayoría de ellos intenten disimularlo. El principal error que ha cometido Pedro Sánchez al frente de los socialistas ha sido desconectar de sus raíces. Esas raíces fueron, sin ir más lejos, las que lo tuvieron cerca de cuatro décadas en el poder en Andalucía. Ahora la situación es la que es.
Es cierto que los años de mando de Pedro Sánchez en el PSOE han coincidido con una crisis global de la socialdemocracia y con un repliegue de la izquierda en todo occidente. Pero el socialismo español ha hecho coincidir esa situación con un factor que sólo es responsabilidad suya: la ausencia de estrategias y de proyecto. No parece que el congreso de Sevilla vaya a marcar un cambio que le permita volver a ser la organización responsable y centrada que no hace tanto tiempo servía de referente político para muchos millones de españoles. Será una oportunidad perdida
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