El lanzador de cuchillos

La otra mejilla

Bernard-Henry Lévy escribe que los católicos son hoy la comunidad religiosa perseguida con más violencia

Ha vuelto a ocurrir. En una ciudad andaluza de cuyo nombre me da vergüenza acordarme, porque es la mía, han agredido a un religioso por el simple hecho de serlo. El atacante, al verle el alzacuellos, primero se cagó en su puta madre y después lo persiguió hasta el bar donde el pobre hombre intentó refugiarse, y allí le propinó un puñetazo en un ojo que lo mandó al hospital. ¿No te gusta repartir hostias? Pues hoy el que se las va a llevar puestas vas a ser tú.

El padre José Gabriel, que debe ser una buena persona y un hombre de otro tiempo -en la foto que su congregación ha colgado en las redes aparece con un periódico doblado bajo el brazo- ha ofrecido la otra mejilla a su agresor, en un gesto de afirmación cristiana algo ingenuo, porque es probable que el canalla que le sacudió esté dispuesto a tomarle la palabra. Además, Santo Tomás de Aquino, que es Doctor de la Iglesia, aprueba -incluso alienta- la violencia ejercida en legítima defensa, "pues es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro". A más a más, que diría un catalán, si el otro es un malnacido capaz de insultar y golpear a un tipo pacífico que predica el amor y la misericordia. Todas las vidas humanas son iguales, pero unas más iguales que otras. No ha sido el padre José Gabriel el único religioso católico que ha sufrido últimamente ataques en la que fuera tierra de María Santísima. También unas monjitas de clausura, de las que se dedican a la oración y la repostería, han denunciado que un individuo les colocó porquería en el torno y arrancó los carteles que anunciaban que ya están a la venta los dulces de Navidad. Ay, si Carlos Cano levantara la cabeza.

Mientras el antisemitismo es considerado execrable y los prejuicios contra los musulmanes son estigmatizados, la fobia anticristiana no parece tener respuesta. Ha escrito Bernard-Henry Lévy que los católicos son hoy la comunidad religiosa perseguida con más violencia e impunidad. Se lo advirtió Jesús a los apóstoles: "Seréis odiados de todos por causa de mi nombre". El evangelista Mateo, transcriptor de la exhortación del Nazareno, pudo comprobarlo en carne propia cuando un sicario del monarca etíope Hitarco lo apuñaló por la espalda mientras celebraba una misa dominical. Al último cura agredido en Andalucía sólo le han puesto un ojo morado. Pero todo se andará.

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