La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Las mentiras de una campaña

Ni la Constitución de 1978 es franquista, ni una Monarquía es por fuerza antidemocrática ni Juan Carlos I está imputado

La campaña en marcha liderada por Pablo Iglesias, Quim Torra, Ada Colau y otros compañeros insurrectos toma la salida del Rey emérito decidida por el Rey en ejercicio como pretexto para cargarse la Monarquía, la Constitución y el sistema nacido en 1978. Tiene una base de origen sólida (la actuación del emérito ha sido impresentable) y un eslabón débil: se ha construido sobre varias mentiras.

La primera de todas, la más gorda, es la que niega que el régimen que tenemos sea auténticamente democrático, puesto que nació de un pacto con el franquismo. La Constitución de 1978 fue fruto, sí, de un pacto extraordinariamente positivo, que enterró la guerra civil, liberó a los presos políticos, dio autonomía a las nacionalidades y regiones y consagró más derechos políticos y sociales que la republicana de 1931. Si no hubiera democracia, sino neofranquismo ¿cómo iba a ser vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias? Otra mentira: si la forma de Estado es una institución tan anacrónica como la monarquía hereditaria, eso significa que no es auténticamente democrática (como si no existieran repúblicas autoritarias o si tres monarquías ricas como Suecia, Dinamarca y Noruega no estuvieran a la cabeza del mundo en calidad democrática).

Desmontemos más mentiras de la campaña. Juan Carlos I no ha huido de la Justicia. Sus cuentas opacas pueden ser constitutivas de delito, seguramente lo serán, pero de momento no está imputado. Su situación procesal es exactamente la misma que la de Pablo Iglesias (uno por Corinna, otro por Dina): la Fiscalía los investiga, pero nada más. Los dos son presuntamente inocentes. Si lo juzgan y condenan será a él, no a la Monarquía. Y más: Juan Carlos I fue impuesto por Franco, pero lo primero que hizo fue desmontar la dictadura tras renunciar a los poderes omnímodos que Franco le dio. No puede presumir de legitimidad de origen, pero sí de plena legitimidad democrática de ejercicio: fue el motor de la transición a la democracia, la salvó en su momento de mayor peligro (23-F) y ayudó decisivamente a colocar a España en Europa y el mundo.

Todas estas mentiras tienen un doble objetivo: ocultar la extrema debilidad de Unidas Podemos, fagocitada por la voracidad de Pedro Sánchez, y disputarle a éste el único caladero de votos de izquierda en el que aún hay margen de maniobra, el de las jóvenes generaciones más ignorantes y menos identificadas con los valores del pasado. O sea, la campaña es contra el PSOE.

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