Confabulario

Manuel Gregorio González

La metáfora verde

EN Tierra negra, el historiador americano Timothy Snyder recuerda que lo que se oculta tras la cumbre climática de París, tras la metáfora verde de la preservación del globo, es la posibilidad, cada vez más cierta, de un conflicto armado a gran escala. Snyder basa su análisis en la política alemana de los años 30 y en el belicoso concepto de hinterland, en la conquista de un espacio vital que permitiera al Reich milenario asegurarse la obtención de recursos. A la previsible escasez de recursos que propiciará el cambio climático (y la consecuente escalada bélica), hoy habría que añadir otro problema que a primeros del XX aún permanecía lejano. Me refiero al crecimiento exponencial de la población mundial, cuyo mantenimiento será, en breve, uno de los grandes desafíos del presente siglo.

Hace ya varias décadas que Hobsbawm advirtió que este crecimiento desmesurado era el mayor problema al que se enfrentaba la Humanidad. Pero no tanto por el número de habitantes, como creía Malthus, sino por la capacidad tecnológica necesaria para abastecer su consumo. Recordemos que, en los 60, la revolución verde posibilitó la producción de alimentos a gran escala para cubrir las necesidades de eso que Galbraith llamó, no sin ironía, La sociedad opulenta. Hoy haría falta otra revolución científica similar, tanto para suplir los combustibles actuales -tanto para sortear una futura desertificación del planeta-, como para incrementar la producción de alimentos. Si esto no se produce, si la ciencia (tan olvidada por nuestros gobiernos), no es capaz de hallar la solución oportuna a tales cuestiones, el escenario al que nos enfrentamos es, según Snyder, un escenario bélico. En este sentido, conviene recordar que el reciente conflicto ruso con Ucrania no es ajeno a la condición de "granero de Europa" del país eslavo, que ya había codiciado Hitler para la manutención y mejora de la raza aria.

No se debe olvidar, por otra parte, que esta acuciante situación es solucionable. Y que será el hombre, que serán la política y la ciencia, quienes solventen este peligroso deslizamiento de la humanidad hacia el más crudo darwinismo. Tampoco debería olvidarse que el discurso apocalíptico que hoy nos abruma es tan nocivo como inoportuno. Las trompetas del Juicio final, tan del gusto de Al Gore, no hacen sino sumirnos en la congoja y el terror, convirtiendo en ineludible, en azote de la divinidad, lo que aún pertenece al arbitrio humano.

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