El cuentahílos

Carmen Oteo

De mil amores

Soy una lectora tardía, que fue dando tumbos literarios, hasta dar con voces y libros que me interesaran realmente. Como en el amor, en literatura es difícil acertar a la primera, entre otras cosas porque estamos aún por hacer. Al tratarse de una pasión, no sabemos qué pasó para que una mirada, unas páginas nos cambiaran la vida para siempre.

Es cierto que para enamorarnos tiene que haber cierta predisposición pero desde luego no es suficiente. Tampoco basta con haber visto querer de verdad, o con vivir en un ambiente literario propicio. Las relaciones no pueden mantenerse solo con voluntad, ni por costumbre y, una espera legítimamente la sorpresa e incluso el deslumbramiento. También y sobre todo, buscamos reconocernos en el otro. Sí, sí, el amor literario es egoísta y egocéntrico, y se materializa cuando al leer podemos decir, sin engañar a nadie, "esa soy yo".

El amor a la literatura también es polígamo y por ello podemos entregarnos con la misma intensidad a distintos libros y autores sin sentimiento alguno de culpa o infidelidad. Claro que, a pesar de la prodigalidad, estos amores se tornan posesivos y llega un momento que necesitamos tener a nuestra disposición y en nuestra intimidad, las páginas que nos han dado vida.

Por cuanto llevo dicho, me sorprende que se hagan campañas institucionales a favor de la lectura, cuando en verdad, se está fomentando un tipo de amor tan incorrecto políticamente, por sectario, posesivo, polígamo, poco solidario y que a veces, todo hay que decirlo, nos maltrata psicológicamente.

Quien arrastra tras de sí esta maldita pasión, descubre un día, que aprendió a querer y a perderse con La Regenta, Fortunata y Ana Karenina, a sentir la culpa con Crimen y Castigo, a formar parte de la Comedia Humana con Balzac, con Proust a buscar el tiempo perdido y, sobre todo, con El Quijote, a sentir que todos podemos ser mejores de lo somos.

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