CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Esos millares de locos asesinos

DE un tiempo a esta parte los crímenes domésticos están haciendo furor en estas patrias latitudes. Ya ha se ha registrado la primera víctima de este año. Sí, amantes despechados que liquidan salvajemente a las mujeres que les han repudiado, madres que matan a sus hijos e hijos que matan a sus padres. Un verdadero cúmulo de hechos trágicos que ponen la carne de gallina, pese a que se han convertido en algo cotidiano, en los sucesos de cada día. Y cabe pensar que son productos de la locura, ya sea ingénita aunque solapada o debida a un arrebato súbito. Y verdaderamente nuestra nación tiene tradición en lo concerniente a la locura. No olvidemos que aquí, concretamente en Valencia (1409) se abrió el primer manicomio. Ya escribió Ramón J. Sender lo siguiente: "La locura, que parece una huída, no es más que una disolución en lo originario, que para el espíritu tiene la apariencia de lo real". Y para más filosofía al respecto, fijémonos en la conclusión de Michel Foucault: "La psicología no podrá decir nunca la verdad sobre la locura, porque es la locura la que posee la verdad de la psicología". Nos gustaría saber lo que opinan los sicólogos acerca de tamaña consideración. Pero lo que sí es cierto, es que la locura hace estragos.

Y dejando aparte los crímenes domésticos que habitualmente acaecen el mundo, hay que reparar en la abundancia de los que se cometen por adolescentes en tierras norteamericanas. Y nos preguntamos qué clase de locura les lleva a tirotear a mansalva a sus compañeros de estudios. No cabe duda que son víctimas de una locura, ya sea reconcentrada o momentánea. Incluso se tiene la impresión de que es algo contagioso. Según opinaba Lichtenberg, allá en el siglo XVII, vivimos en un mundo en que un loco hace muchos locos, mientras que un sabio hace pocos sabios. Bien, pues, así es en efecto ahora mismo, porque cuántos miles de locos ha configurado el loco de Bin Laden. Son incontables y se autoinmolan para destrozar vidas, practicando un terrorismo que se nos antoja imparable, al estar motivado por un fanatismo religioso con más auge que nunca, el que desgraciadamente va en aumento, creciendo inopinadamente frente al progreso de la civilización.

El crimen es posiblemente lo más nefasto de la acción humana. Y se ha dicho que también el alma tiene sus cloacas. Muchas características, diversos perfiles encontramos en los millares de locos criminales que circulan por la tierra. Son un mal endémico, que a estas alturas de la historia deberían ser inconcebibles, pero que crecen como la mala yerba, que diría el clásico. Y si todos ellos nos resultan seres extremos en su personal locura, los más incomprensibles son aquellos que derraman su propia sangre, las madres que matan a sus hijos y los hijos que asesinan a sus padres. Deben sufrir una locura suprema.

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