la torre de vigía

Juan Manuel Sainz Peña

Tres miran y uno trabaja

No es exclusivo de este Jerez nuestro, pero desde luego es más que suficiente muestra: uno de los mejores sitios para ver cómo trabajan algunos es esta ciudad; la fórmula tres miran y uno curra encuentra aquí su paradigma.

Es fácil verlos. En cualquier zanja u obra menor, uno observa cómo trabajan los operarios, y así, mientras uno de ellos dobla el espinazo como una alcayata, los otros miran las operaciones, brazos en jarra o miran los pajaritos pasar, mientras otro cuenta un chascarrillo o, directamente, critica entre chuflas lo mal que lo está haciendo el compañero, que suda la gota gorda con la radial en la mano o la pala.

Y así se eterniza todo, no descubro la sopa de tomate. Para cualquier chuminada: un alcorque, la reparación de trozo de acerado o el soterramiento de unos metros de cable, lo que debería durar un par de semanas se va a los tres o cuatro meses, y en muchas ocasiones para tener que repetir la obra al poco tiempo, que también para eso -para la chapuza- somos unos fenómenos. Algo así se me pasa por la cabeza cada vez que rodeo la fuente de la Rotonda de los Casinos. Desconozco, porque está tapado el perímetro con una valla, si tres trabajan y uno mira, pero desde luego Miguelito tardó menos en pintar de grafitis la Capilla Sixtina que los de la fuente en terminar de repararla. Espero, eso sí, que a nadie se le ocurra pintarla o teñir sus aguas de azul, que la última vez quedó para el arrastre.

Pero, a lo que iba. No dejen de fijarse en lo que les digo, en ese ritmo parsimonioso de la albañilería patria, que eternizan el final de las actuaciones y lo prorrogan como la contestación de Puigdemont a Rajoy (a este paso declara antes la independencia Las Pachecas que Cataluña).

Bueno, a ver si el personal se pone las pilas, que hay cosas que no se entienden, y los boquetes y las vallas por obras pasan de ser elementos provisionales a mobiliario urbano.

Recuerdo aquellos tiempos en que a don Pedro Pacheco lo llamaban Pedro Picapiedra, por la cantidad de obras que tenía en la calle. Eran otros tiempos, pero lo de mirar tres y trabajar uno ya existía. Palabrita.

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