Los misterios de la CUP

Sus militantes se emplean con tanta vehemencia que uno no puede menos que preguntarse por qué están tan convencidos

CUANDO el temporal separatista amaine, cabe esperar que alguien con fría y fina mirada sociológica diseccione el fenómeno catalán de la CUP. En un conflicto en el que han aflorado tantas rarezas, apuestas irracionales e imprevistos, cuesta, sin embargo, encontrar una actuación política más desconcertante. La prensa, siempre de manera escueta, la engloba dentro de los movimientos antisistema y anticapitalistas. Pero si realmente respondiera a estos calificativos, sería fácil vincularla con corrientes de ese tipo existentes en otros países europeos. Mas eso no resulta posible porque hay un rasgo que no permite aproximarla a ningún movimiento internacional y transfronterizo. Para la CUP, la independencia de Cataluña se contempla de forma tan prioritaria y obsesiva que cualquier otra posible conquista social pierde relevancia, se obscurece y posterga. Se trata de un discurso en cuyo deseo inmediato figura en primer plano y sin titubeos la separación de España. Sus militantes se emplean con tanta vehemencia que uno no puede menos que preguntarse por qué están tan convencidos y cómo han adquirido tal seguridad en sí mismos y en su propuesta.

Se les comprendería mejor si se tratara meramente de separatistas mesiánicos, de esos que ven la independencia como la gran ocasión para acceder a un interesado paraíso pujolista de clase media. Pero ellos se manifiestan, en su programa, como revolucionarios y anticapitalistas que pretenden derruir el sistema y sustituirlo por otro nuevo. Por eso, también sorprende que se les quiera situar como herederos de la tradición anarquista, tan potente en Cataluña hasta la Guerra Civil, ya que el internacionalismo y la lucha de clases estuvieron siempre como factores esenciales de la acción de la CNT. Y otro tanto se puede añadir de los revolucionarios de la Segunda y Tercera Internacional (por algo eligieron llamarse así), que, en algunos momentos como táctica circunstancial, impusieron la consigna de expulsar a una potencia colonialista, pero sin distraer a los suyos de cuál era el verdadero enemigo de clase. Por tanto, se puede sospechar que este deseo de independencia de la CUP, alimentado con sumo odio y rencor hacia España, y con tanto grito como pocas ideas y argumentaciones, ha podido ser inoculado de forma un tanto extraña y forzada. Dado, además, el decisivo papel que está desempeñando. Haría falta, pues, una fría y fina indagación que desentrañe tanto misterio y diera pie a una buena novela de conspiradores camuflados y agente secretos.

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