La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
Hoja de ruta
POCO después de morirse el dictador, acertó a pasar por Sevilla un escritor norteamericano que preparaba un libro sobre los años de Franco. El hombre era simpático e interesante. Y curioso. Preguntaba mucho por lo que entonces era el Partido Socialista de Andalucía, y después PA. Conoció a sus dirigentes e incluso estuvo unos días en Écija, bastión de la organización. Meses después en Madrid un colega generalmente bien informado me dijo que se sospechaba que el escritor simpático e interesante trabajaba para la CIA. Imposible saberlo, aunque el libro se publicó. En todo caso, ¡qué tiempos aquellos en los que los presuntos espías americanos se preocupaban de nosotros con tanto celo!
Una de las mayores frustraciones de los papeles filtrados por Wikileaks es que no estamos. Andalucía sólo sale de refilón. Hay muchas confidencias, sobre los chinos que bloqueaban a Google, los miedos en el mundo islámico al poderío nuclear iraní, la influencia que el petróleo concede al coronel Chávez, la corrupción en torno al señor feudal Mohamed VI. Pero no salimos. Hay chismes que no sorprenden. Enterarnos de la afición a los bótox del coronel Gadafi, después de haber establecido su extraordinario parecido con una vieja gloria sevillana, el travestí La Esmeralda, no es noticia, la verdad. Tampoco lo es que Berlusconi sea adicto a las fiestas golfas.
Sí, se habla del Estrecho de Gibraltar como un lugar estratégico, de las bases de Morón y Rota. O de Sevilla, donde en una reunión de la Fundación Consejo España-Estados Unidos, en mayo de 2005, el entonces ministro de Defensa José Bono dejó estupefacto a Moratinos cuando se mostró contrario a levantar el embargo de armas a China. Era un encargo de su colega americano Rumsfeld, que Bono no tuvo inconveniente en cumplir aplicando la doctrina Sinatra: a su manera, sin encomendarse a nadie.
Pero no salen nuestros políticos. Ninguna hazaña del gran Gaspar Zarrías, ninguna opinión sobre Griñán o Arenas, ministros en varios gobiernos de España. Los americanos han pasado de preocuparse por Rojas-Marcos a no interesarse por nuestras glorias locales. Entre los dirigentes españoles sólo salen dos andaluces. Uno es Manuel Chaves, que sólo es citado por el embajador americano como presidente del PSOE. El otro es Bernardino León, secretario general de la Presidencia, del que se dice que es el chico de oro del Gobierno español. Claro que León tiene por parte de madre un montón de apellidos extranjeros, como Gross, Jessing, Pries, Voigt, Gayen, Lund, Heythe o Scholtz von Hermensdorff. Y una abuela, Elisabeth Bevan, que era norteamericana. Total, que Bernardino es más americano que el embajador Eduardo Aguirre que enviaba los partes. Si no es por eso, nos quedamos fuera del mapa de esta intriga mundial.
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