La Aldaba Andaluza

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La naranja se pudre y el PP debe reaccionar

QUIZÁS Rivera tenía razón al intentar comerse al PP y convertirse en la gran referencia de la derecha española. Hay que reconocerle hoy esa ambición, sobre todo porque la formación lleva en el sur de España el mismo caminito del extinto Partido Andalucista. Albert se equivocó y se pegó el batacazo, del que no es que haga mucha autocrítica; pero ahí quedaron tanto su incontestable brillo y sus éxitos en Cataluña y Madrid como sus banzados ideológicos que le pasaron la debida factura. Ciudadanos es hoy una naranja que se pudre lentamente por cuestiones que tienen ver más con la política de baja estofa que con un espíritu de renovación, transparencia, limpieza contra la corrupción y mérito de los escogidos para la gestión del dinero público. El PP debería estar preocupado con ese proceso de pudrición porque le va la vida en ello. En diciembre se cumplirán dos años de las elecciones andaluzas. El Gobierno ha estado condicionado primero por la listeria y después por el coronavirus. La gestión no ha estado lastrada por los escándalos. Los socios se entienden con bastante armonía. El PP soporta los caprichos de Marín, su glotonería política y sus disparates varios, sobre todo el de anunciar una crisis de gobierno. Sobrelleva estas ocurrencias porque necesita a Marín políticamente vivo, aunque el de Sanlúcar invitará al diablo a torrijas si es preciso para seguir en el machito. No lo duden. El PP debería vigilar en corto al vicepresidente, sobre todo ahora que está en pleno proceso de selección de leales con dudoso currículum. Cuanto ensucia a Ciudadanos, un partido huérfano de cuadros donde hallar gente solvente, salpica al PP, una formación que sí dispone de militancia sobrada y que no soportaría perder el Ejecutivo a la primera oportunidad. El presidente Moreno continúa cultivando un perfil institucional que le beneficia a él y a la propia Andalucía, tantas veces víctima de estereotipos en toda España. Pero no sólo con una imagen bien trabajada se afianza un Gobierno en la sociedad del márquetin. La pandemia ha provocado un vuelco en todo, los esquemas han cambiado de forma radical y las previsiones de ayer ya no valen. El PP necesitará de un segundo mandato para no quedar como una excepción en la historia de la autonomía, como una casualidad, una carambola, un hecho aislado, anecdótico y asociado encima a la crisis del coronavirus. Y por eso necesita mantener fresca una naranja que empieza a dar serias y numerosas muestras de deterioro. Y no precisamente por los ataques de la oposición.

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