No dudo de la buena intención de los colectivos feministas y del Ayuntamiento de Jerez, con la iniciativa que los ha llevado a colocar en la Plaza Belén la escultura de una niña a la que han llamado "la niña empoderada", intento de transmitir la necesaria igualdad de ambos sexos desde la más tierna infancia. El empoderamiento es el nuevo palabro que funciona a modo de fetiche en el plano social. Es a éste lo que la "sostenibilidad" al ecológico. Lo dicen todo y nada a la vez. Esto de fomentar la autonomía personal es bastante viejo y aconsejable; en los albores del feminismo español tenemos ejemplos por doquier sin caer en este histrionismo, en la idiocia estructural de nuestros días. No hay que olvidar que estamos hablando de niños, así que cuidado con los empoderamientos. A los niños hay que educarlos, no empoderarlos. Y hay que hacerlo de manera que los derechos sean para ellos una mera intuición, haciéndoles ver que lo principal es el cumplimiento de sus deberes, única manera de que crezcan en el respeto a la igualdad, en tolerancia y solidaridad, preparados para la convivencia en sociedad. Sin ánimo de caer en tópicos, los niños están en exceso empoderados por los modelos sociales actuales; a parte del síndrome del niño emperador, es habitual hoy el síndrome de niño maleta-producto de nuestro preocupante individualismo-, la sobresaturación de sus derechos, la desaparición de la espera y el imperio de la cultura de la inmediatez, el intento cegato de adelantarles su proceso de maduración con acceso ilimitado a contenido no adecuados. La actitud altanera y mirada de esta niña empoderada me inquieta y aconsejaré a mis hijas que ese no es el camino; menos mal que es de bronce y no va a crecer más. Unos años más y tendríamos una Greta de Jerez. Al menos la nuestra-si me lo permiten-, tendría más gracia.

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