Un Juez valiente ha imputado a la niñera de la ministra Montero por un presunto delito de administración desleal. También lo ha puesto en conocimiento de la comisaría del Congreso por aquello del aforamiento, privilegio que denostaba la tribu hace un cuarto de hora cuando acampaban en Sol. Qué tiempos. La cuidadora, antes de hacerse cargo de las criaturas de la gubernamental pareja “se cuidó” de sacar el carné del partido. Desde ese día todo fue progresar. De panadera del pueblo- maravilloso oficio- a diputada silente, de digna representante a asesora, y de dar consejos que para mí no tengo a Jefa de Gabinete doméstica con sueldo de máximo nivel de la administración: la niñera mejor pagada del país, la niñera mágica. Que algunos políticos nombren asesores a amigos que apenas han catado la escuela es un clásico que a nadie debe extrañar hoy, pero que la ministra lo aproveche -presuntamente- para las tareas del hogar es pasarse.

La Sra. Ministra- Agustina de Aragón de lo público-, denota una terrible falta de sensibilidad con aquellos a los que predica el escudo social; escudo que ha quedado en chapa; eso sí, morada. Alardea de un feminismo dogmático pero su machismo es intolerable porque condena una vez más a una mujer a la penosa tarea de los cuidados, sector donde la brecha de género merecería otro tipo de ejemplo. En vez de niñera podría haber enchufado a un niñero o ya puestos, un niñere. Lo que más duele no es verlos caer en estas faltas, sino escucharlos defendiendo con desparpajo a los más vulnerables, vociferando como si fueran los apóstoles de los pobres. Estos solidarios de sí mismos tratan bien al servicio con dinero público, que es ajeno y escaso; los proletarios de la nada aforados al Tribunal del Chollo han aprendido en dos días el mecanismo de las puertas giratorias. Vaya que han aprendido.

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