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ANDA el Parlamento de Andalucía revuelto como un instituto a principios de curso. Los veteranos gastan novatadas de mal gusto a los recién llegados y los alumnos más aplicados de la clase tienen humos de superdotados, aunque sólo rocen el aprobado. Un ejemplo de esto último es la expresión el bloque del no, calificativo inventado por el PSOE andaluz para poner en evidencia al resto de las fuerzas políticas, porque no dejan gobernar sin más al partido más votado en las elecciones autonómicas. (Ha sacado el 35,4% de los votos, que equivalen al 22,4% del censo).
La factoría socialista andaluza es hábil en estos ingenios. Ya tuvo éxito con la pinza, expresión puesta en circulación para desacreditar la entente entre PP e Izquierda Unida entre 1994 y 1996, único periodo en el que el presidente del Parlamento no fue del PSOE y en el que no le aprobaron los presupuestos al Gobierno de Manuel Chaves. Aquella operación de propaganda resultó rentable al PSOE, que trasladó a la opinión pública que había sido víctima de una cohabitación bastarda.
La rentabilidad de la pinza ha llegado a nuestros días. A las otras cuatro fuerzas políticas les ha dado miedo poner ahora un presidente del Parlamento que no fuese socialista. No quieren que los metan a todos en el mismo saco, cosa que hacen los socialistas con el bloque del no, para presionarles. Un juego de niños. La oposición ha demostrado su ingenuidad en la composición de la Mesa de la Cámara, y sigue en la misma línea; no ha acuñado un antídoto en respuesta al acoso socialista. Podrían hablar del bloque de los ERE, al fin y al cabo socialistas fueron quienes idearon, pusieron en marcha y desatendieron el control de esos fondos, lo que derivó en un fraude masivo. Más allá de las responsabilidades penales o políticas, el grupo socialista es heredero de esa reputación.
Con esos antecedentes hablar del bloque del no resulta insolente. Un poco más de humildad le vendría bien al PSOE y, de paso, a Andalucía. Ayer, la propia presidenta Díaz equiparó su resultado electoral con el de Cameron en el Reino Unido. Las comparaciones son odiosas y ésta además es perversa: con el sistema del Reino Unido, el PP habría conseguido la mayoría absoluta en Andalucía en 2012 con su 40,66% de los votos.
Los dos grandes adversarios han coincidido en su bullying a la jefa de Podemos en su estreno en la tribuna parlamentaria durante la investidura. Mi colega Lalia González-Santiago ha contado que le decían desde los bancos socialistas "cállate, bonita". Poca urbanidad en familia tan aficionada al "todos y todas". Y a la que sentó como un tiro que la vicepresidenta Santamaría le espetara a Díaz en plena campaña un "¡prepárate bonita!". La mala educación no fue privativa de la izquierda; desde los escaños del PP le dijeron a Teresa Rodríguez "no tienes ni puta idea". Nuestros representantes se comportan como adolescentes malcriados. Son como niños. Y así nos va.
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