TRIBUNA LIBRE

Manuel Pérez Fernández

El obispo de Jerez

HOY, como todas las tardes, Florencio nos iba a aparejar la burra para dar un paseo por 'Los Naranjos'. Pero, como no quisimos esperar a que se levantara de la siesta, nos adelantamos y lo hicimos nosotros. Al subir la empinada cuesta de detrás de la alberca la cincha se aflojó, el aparejo cedió, y el obispo de Jerez cayó sobre un zarzal dándose una gran costalada junto a su primo Francisco. El que suscribe, que era el mayor de los tres y por tanto el que llevaba la rienda de la jáquima, consiguió agarrarse al cuello del animal y permanecer montado.

Aquella tarde del caluroso y lejano agosto de 1966, tres primos de corta edad aprenderían que la ayuda de los mayores o de los más expertos era siempre la mejor de las opciones.

Días después vieron una gallina echada en lo más alto de un almiar de paja. Al subir encontraron un nidal con más de docena y media de huevos. Prestos a sorprender a todos con su gran descubrimiento buscaron una espuerta grande, la llenaron de paja, la pusieron en el suelo junto al almiar y fueron echando los huevos desde arriba uno a uno para cogerlos abajo también de uno en uno. Por aquello de las prisas infantiles, pero sobre todo para evitar el seguro castigo si algún adulto descubría a dos niños subidos en el almiar de paja de más de cuatro metros de altura, la velocidad de lanzamiento de los huevos aumentó tanto que casi no daba tiempo a cogerlos de la espuerta. El resultado fue un huevo estrellado sobre la coronilla de uno de ellos que, quién nos lo iba a decir, estaba destinada a ser cubierta por la mitra episcopal cuarenta y tres años después.

Aquella otra tarde de agosto de aquel mismo verano, los tres primos aprendieron que hacer cosas precipitadamente y a escondidas no era muy aconsejable.

Estas dos anécdotas de la infancia del primo Pepe, o sea, de Su Eminencia Reverendísima D. José Mazuelos Pérez, obispo de Asidonia-Jerez desde el próximo día seis de junio (D.M.), pueden servirnos de muestra para darnos cuenta de lo obvio, de lo que siempre se olvida: en cada pastor, en cada sacerdote, en cada director espiritual, en suma en cada ministro de Dios hay un ser humano, una persona con sus vivencias e inquietudes. Un ser humano al que en su infancia le sucedieron cosas de niños y en su juventud y adolescencia, también. Pero un ser humano que tiene la suerte, la formación humana y espiritual y la lucidez suficiente para darse cuenta de que su vida sólo tiene sentido desde la perspectiva religiosa, sólo tiene sentido si la dedica a ayudar a los demás, sólo tiene sentido desde la entrega.

Los Pérez de Osuna hemos dado siempre muchísima importancia a la familia. Nuestros abuelos y nuestros padres han sido siempre el mejor ejemplo para todos nosotros, y las numerosas y habituales reuniones familiares en "el rincón" o en el campo, el llamado "roce" familiar, han ido forjando nuestra personalidad. Tenemos la suerte y la buena costumbre de ser más amigos que primos, de alegrarnos de los éxitos personales y profesionales de los demás y de estar siempre dispuestos a ayudarnos. No obstante y además de todo ello, en nuestra vida, y me refiero en este momento a sus tíos y primos, ha habido un antes y un después de la decisión del primo Pepe, un punto de inflexión. Durante sus años de Seminario y Sacerdocio, el primo Pepe nos ha alegrado en los momentos jubilosos, que han sido los más, y nos ha confortado en los tristes, que han sido los menos aunque bastantes. Bautizos, primeras comuniones, bodas, entierros y funerales familiares -alguno muy trágico y complicado, como el del primo Juanito- han sido oficiados por él. Su palabra oportuna, sus acertadas reflexiones, sus apreciadas enseñanzas, su auxilio confortante, su entereza ejemplar y su resignación cristiana nos han acompañado estos años. Ha sido una bendición de Dios.

Como pueden suponer, su merecido nombramiento como obispo por S.S. El Papa Benedicto XVI nos emociona y nos llena de orgullo y satisfacción. Sabemos que lo vamos a ver menos, que "lo vamos a disfrutar menos", que lo vamos a tener más lejos geográficamente aunque seguirá sentimentalmente igual de cercano que siempre. Pero también sabemos que va a estar aún más cerca de Dios para seguir intercediendo por todos nosotros y, sobre todo, y he ahí su grandeza, su humanidad y su humildad, que seguirá siendo siempre él mismo, que seguirá siendo nuestro primo Pepe.

A la feligresía de Asidonia-Jerez, a la que le enviamos al mejor de los nuestros, sólo puedo pedirle que lo reciba con el mismo cariño e ilusión con los que él va; a Nuestro Señor Jesucristo que le ayude y le ilumine en su Magisterio y a nuestro primo Pepe, a Su Eminencia Reverendísima el obispo de Asidonia-Jerez, su bendición y sus oraciones.

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