Es obra del hombre

Renegamos de "las modernidades"; cualquier cosa que se salga de lo tradicional parece asustarnos

Nos comportamos como si tuviéramos una mente obtusa ante la aceptación lógica y progresiva de la inteligencia artificial (IA). Renegamos de "las modernidades"que vamos aceptando muy poco a poco. Cualquier cosa que se salga de lo tradicional parece asustarnos.

Esta semana se convertía en noticia el estallido de la batería de un cigarrillo electrónico. El hecho contaba que ya se habían registrado dos explosiones de baterías de cigarrillos electrónicos que estaban guardadas en el interior de los bolsillos de los portadores quienes resultaron con quemaduras de segundo grado. Ex fumadores que se han pasado a ésta manera "moderna" para dejar de fumar. La gente se asusta y el tema se convierte en protagonista de tertulias en las que los amigos terminan concluyendo que esos cigarrillos modernos son malos. Tan malos como los coches sin conductor que en menos de diez años rodarán por nuestras carreteras. Fue noticia que uno de los coches sin conductor tuviera un accidente. El tema, que llegó a los telediarios, caló en los espectadores quienes opinaban que eso de que un coche fuera sin conductor era una locura. Y se evidenciaba porque se había accidentado.

Si lo vemos desde otra perspectiva quizá sepamos aprender a aceptar con agudeza la asunción de la IA. En la actualidad casi 1,25 millones de personas mueren al año en accidentes de tráfico. El 90% por errores humanos: por haber consumido alcohol, por leer el móvil mientras conducen, por quedarse dormidos al volante, etc. Los coches sin conductor no errarían en lo mismo porque no consumen alcohol ni leen el móvil mientras conducen o padecen sueño, y otras causas únicas del hombre. En éste caso la máquina, el coche sin conductor, evitaría ese millón y pico de muertes. Se reducirían los accidentes en un 90%.

El tabaco mata a 7 millones de personas al año en el mundo. El cálculo de los cigarrillos electrónicos no existe, todavía, más que esos dos accidentes sin graves consecuencias. Habrá habido más, por supuesto, pero no en la dimensión de los accidentes que provoca el hombre frente a una máquina programada para ello. En realidad en este nuevo futuro pide una renovación. Hay que actualizar los pensamientos filosóficos en los puntos que quedaron fuera de nuestras leyes, adaptar la religión para la aceptación de la realidad social y la ciencia, que es la que más avanza. La sabiduría aumenta el poder y recordemos que la IA es obra del hombre.

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