las cosas que pasan

David Fernández

Una ola gigantesca

MÁS de mil personas arroparon a Rajoy en Jerez la semana pasada a mediodía, y apenas 80 a Chaves unas horas más tarde en lo que iba a ser uno de los actos estrellas de la campaña socialista. La secretaria local del PSOE, Pilar Sánchez, debió aburrirse tanto que se marchó antes de que acabara su mitin. Y por si este escenario no fuese suficiente para adivinar la intención de voto del personal para el 20-N, encuestas como la que hoy publicamos reflejan a las claras, como una gigantesca ola que avanza imparable, la voluntad de cambio en España y Andalucía. Aquí incluso con peores pronósticos para el PSOE andaluz, cuyos estrategas podrían haber errado el tiro al pensar que lo mejor para sus intereses eran unas elecciones por separado. Tal vez intuyeron que los andaluces se mostrarán más compasivos a la hora de decidir su futuro en primavera, toda vez que ya castigaron a los socialistas como nunca antes en las municipales de mayo y ahora se prevé más de lo mismo para las generales, tan triste como está el panorama. José Antonio Griñán y su núcleo duro optaron por intentar desmarcarse de la gestión de Zapatero y en lugar de ir juntos a las urnas -como solía ser habitual- jugaron al todo o nada. Exponen mucho y todo esfuerzo podría resultar inútil visto el poco crédito que conservan las siglas tras tres décadas en el poder. Si les sale bien, los socialistas andaluces, los únicos con mando en plaza, serían la referencia del partido. Pero en caso contrario, ir por libre les servirá de poco. Hoy la debacle del PSOE parece tan espectacular como el meteórico ascenso del PP al poder, también en Andalucía. Sólo el miedo podría animar el partido, pero ya parece improbable que calen mensajes que alerten sobre la pérdida de calidad en políticas sociales. Sobre todo, porque casi nadie escucha, la ciudadanía está cansada de malas noticias y no hay gobierno que resista las insostenibles cifras del paro, como admitió Chaves, días atrás, con un sinfín de familias naufragando en mitad del tsunami provocado por la crisis. Tan aburrida es la campaña que el aliciente está en saber por cuánto ganará el PP. Como los aficionados hartos de ver a su equipo el último, los electores parecen decididos a apostar por un cambio de 'entrenador' que funcione al menos como revulsivo. Esto no funciona en todos los casos, pero el público siempre tiene la razón.

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