Me da mucho coraje cuando en múltiples conversaciones en las que me encuentro presente, muchas de las personas que comienzan a hacer sus valoraciones y críticas políticas abiertamente dicen que no han ido a votar porque no sirve para nada o porque no creen en los políticos que hay.
Inmediatamente mi respuesta y mi pensamiento es que una persona que no ha ido a votar por pereza o desgana o desencanto político ha perdido, desde ese mismo momento, todo derecho a criticar o denunciar las políticas de cualquier partido político.
El que no vota no tiene derecho a criticar después. Las protestas no se hacen en las barras de los bares, en las tertulias de familia, en las manifestaciones de las calles, o en los asentamientos de plazas de España con pancartas y velas encendidas. ¡Las protestas en las urnas!
Ha costado mucho trabajo en nuestro país tener elecciones libres y democráticas para que en un día como hoy haya un jerezano tomándose un buen ajo caliente con un mostito en familia y con amigos, que al mismo tiempo que dice que no va a ir a votar, se lleva toda la comida criticando a los políticos.
A todo aquel católico que lea este artículo quiero recordarle que votar no sólo es un derecho constitucional, sino un deber moral de responsabilidad social que hay que ejercer en conciencia y coherencia con la propia fe y convicciones personales.
Al político se le premia, se le castiga, o se le da confianza en las urnas y la España y la Andalucía que vamos a tener en los próximos años la podemos decidir tú y yo en el día de hoy. Sólo hay una condición: ¡Ir a votar!
Que la opinión personal que cada uno de nosotros tengamos del panorama político que se ha conformado en nuestros ayuntamientos, nos ayude a decidir si lo queremos también para España.
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