Tribuna Cofrade

Jaime Betanzos Sánchez

España en paz

EL callejero de las ciudades es a partes iguales un irresoluto enigma y un prudente maestro. No busca protagonismos vanos, pero quien se detiene ante su desconocida historia encuentra un conocimiento profundo y práctico. Tanto es así que la experiencia vital del urbanita toma un sentido distinto y corrige su cosmovisión hasta llegar a comprender por qué las cosas son como son.

En Andalucía, el trazado urbano nos define sobremanera. Las calles, las plazas no son lugares estáticos, sino vivientes. Se parte y se comparte el tiempo a la luz de una impronta mediterránea marcadamente acentuada por nuestro excepcional carisma. Venimos de la calle y a ella volvemos, porque ahí radica nuestra simpar naturaleza. Somos gregarios y así lo manifestamos en los grandes acontecimientos.

Durante los días cuaresmales hay un encuentro incesante entre la magnificencia de Dios y el sentir popular. Ese acto reverente y cultual se produce en los templos, en las casas de Hermandad, pero también en el foro público. La primera convocatoria plenaria se produjo ayer. Aún con la frente cenicienta, Jerez caminó tras el Señor siguiendo las huellas de sus sandalias. Maltrecho y retorcido como un embrión se presentó ante un pueblo que no pedía ver su Misericordia crucificada.

Renunció al paseíllo antes del envite y salió por la puerta grande sin entrar en la plaza. Dos desplantes al coso –ida y vuelta- le valieron el Amor de un pueblo que lo reconoce su Dios. Llevaba tras de sí a una barriada del cinturón céntrico de la ciudad y a un puñado de agradecidos con el corazón en llamas. Esos que otrora le suplicaron a gritos que apagara el fuego que les invadía dejaron ante Él sus pertenencias calcinadas y dieron gracias por mantener la Vida.

No hubo camiones ni escaleras. Los pétalos que vuelan el Lunes frente a los ladrillos alazanos tornaron en iris humedecidos que ningún casco ocultó. Las oquedades de su túnica emulaban la cucaña por la que Dios se envilece hasta nosotros y sale a nuestro encuentro. Las muñecas atadas del Señor –alianza con su Pueblo- inmovilizaron la sinrazón de la muerte injustificada.

Tras cumplir lo prometido, atravesó las entrañas de su feligresía. Su barriada –la de España- lo acogió como el adalid de la Paz. Y se encerró. Seguirá en Fátima, esa puerta libertadora de los que buscan un Refugio y la Esperanza de aquellos que no quieren más fronteras. Una precoz brisa de primavera hace desaparecer la ceniza de nuestra frente. Recordamos el miércoles pasado y su mensaje se eterniza en el pensamiento: Quia pulvis est

La víctima entregará su espíritu en apenas cuatro semanas. Volverá a las calles –Dios andaluz- para mezclarse entre nosotros. En estos días, como durante el resto del año, nos encontraremos con Él a las puertas de los zaguanes o bajo cualquier débil techumbre. Volverá vestido de majestad, con la burla tras Él, para dar dignidad a los desvalidos. Su triunfo en la Cruz y su Reino en España: que la Paz sea con vosotros.

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