Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Tribuna Cofrade

Susana Esther Merino Llamas

Orgullo de Pertenencia

EN estos benditos días cuaresmales, con la proliferación de diversos actos que se van desgranando en nuestras distintas hermandades y cofradías, como son los cultos a nuestros Sagrados Titulares, pregones y exaltaciones donde los oradores se dejan la piel y el alma hecha jirones sobre los atriles de nuestros templos, presentaciones de una amplia cartelería en la que los objetivos fotográficos han sabido recoger con inmejorable maestría esos instantes en rincones únicos o donde los pinceles del arte han trazado los más hermosos perfiles de nuestros Cristos y Vírgenes, organizaciones de interesantes charlas y ciclos cuaresmales con cuya asistencia siempre aprenderemos sobre distintos aspectos que despiertan nuestra más escondida curiosidad, o conciertos de marchas donde los compases más añejos nos retrotraen a esas Semanas Santas donde, aunque seguro que con más defectos que virtudes, lo que primaba era la esencia y la pureza de corazón en todo lo que concernía a este nuestro mundo de inciensos y hábitos nazarenos, es cuando quizá contamos más veces con la oportunidad de departir alrededor de una copa de Jerez con aquellos que nos dejaron más que trazado ese camino por donde fluyen nuestras inquietudes cofradieras, es decir, con nuestros mayores. 

Ellos actúan como ese espejo donde mirarnos porque, en definitiva, con el amor a nuestras benditas imágenes, con su cariño, con sus gestiones, sus horas de sacrificio, sus quebraderos de cabeza, sus ilusiones y sus luces y sus sombras, son los que nos dejan en nuestras manos esa herencia que, como todo lo que se hace cuando te rasgas las entrañas, no tiene precio, porque su valor rebasaría cotas incalculables.

Y es que es un auténtico regalo del cielo, porque de lo que no podemos dudar es que estamos tratando con las cosas de Dios, compartir una agradable tertulia en tu casa de hermandad con aquellos a los que debemos de agradecer desde la adquisición de la imagen de la que es Nuestra Madre de Dios, hasta los ladrillos que conforman las dependencias de la casa donde el pulmón de nuestra cofradía se va regenerando minuto a minuto. Pero esto se convierte aún más si cabe en una estampa que no debiera dejar de repetirse cuando observas, con todo el orgullo que te aflora en ese momento y que llevas en lo más hondo de tu ser casi junto a tu ADN, a los más jóvenes, a los que con su frescura y su inexperiencia, pero con una energía desbordante por trabajar por y para su hermandad parece que se les fuera a acabar el mundo, cómo se sientan a la mesa junto a  los que pueden enarbolar, a mucha honra, la bandera de la veteranía. La juventud atiende sin rechistar a esas historias de hace ya varias décadas que son contadas como si hubieran pasado hace tres días. Historias llenas de anécdotas, de capítulos salpicados por la tristeza o la alegría, pero que son los cimientos sobre los que hoy nos ponemos en pie. Experiencias que las podríamos clasificar como las prácticas de unas tesis doctorales que obtuvieron el Cum Laude.

Esto que les estoy contando, lo viví insitu en mi casa de hermandad del Transporte, y pude comprobar cómo una chica joven se acercaba a los hermanos de más edad para que le contasen ese recorrido de idas y venidas, los temores de entonces mezclados con la valentía que impera en la juventud y las inquietudes que ellos sentían en esos momentos, todo ello relatado desde la sonrisa afable, el carácter paternalista y siempre con un brillo especial en la mirada cuando el pasado se hacía presente en la reunión. Entonces me di cuenta cómo el cariño por lo tuyo, por lo que te jala del corazón sin permiso, te hace redescubrir cómo el respeto y el saber darle su sitio a quienes dejaron la puerta abierta para que otros vayamos entrando  nos recuerden que nunca debemos perder el tesoro por el que ellos siempre lucharon, algo tan sencillo pero a la vez tan valioso, como es el orgullo de pertenencia.

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