Todo en orden

¿Qué pasaría si Trump o Bolsonaro anularan la sedición o la malversación para favorecer a sus partidarios?

Sería interesante saber qué dirían los apologistas de Pedro Sánchez si Trump o Bolsonaro o Meloni o cualquiera de los abominables personajes de la derecha extrema aprobara una ley que anula el delito de sedición para complacer a sus aliados políticos. O imaginemos, yendo un poco más lejos, que uno de esos capitostes repugnantes anunciara que iba a eliminar una modalidad del delito de malversación para beneficiar a ciertos políticos suyos que iban a tener que entrar en la cárcel. Y por último, imaginemos que alguno de esos políticos despreciables anunciara estas medidas envolviéndolas en una telaraña de mentiras tan flagrantes, tan obscenas, tan monstruosas, que hasta un niño de pecho podría darse cuenta de que eran eso, mentiras impropias de una democracia supuestamente adulta. Imaginémoslo, por favor, imaginémoslo. ¿Qué dirían los editorialistas, los voceros de las cadenas de televisión, los periodistas famosos -nuestros güayominks y évoles y juliaoteros y compañía-, y luego los intelectuales, los directores de cine y los escritores, siempre tan empeñados en luchar a favor de la virtud y la verdad y la decencia? ¿Qué dirían, eh, qué dirían?

¿Y qué pasaría si se comprobara que varias leyes redactadas y aprobadas por estos personajes de la derecha fascistoide o claramente fascista fueran chapuzas técnicas tan desastrosas que estuvieran provocando justamente lo que pretendían evitar? ¿Qué pasaría si se comprobara que algunos de estos políticos carecían de los más mínimos conocimientos jurídicos? ¿Qué pasaría si resultara evidente que no tenían ni puñetera idea de las materias que se les habían encomendado? ¿Y qué pasaría, eh, si un condenado por violación o por abusos pudiera quedar en libertad porque se le había aplicado una nueva ley que pretendía terminar para siempre con los abusos y las violaciones? ¿Qué pasaría, eh, qué pasaría?

Si se tratara de Trump, de Bolsonaro, de Meloni o de Orban, ya estaría todo el mundo poniendo el grito en el cielo porque la democracia estaba amenazada o incluso en peligro de muerte. Pero aquí, entre nosotros, donde estas cosas están sucediendo de verdad, lo único que se oye es un silencio atronador. O incluso palabras de aliento y de apoyo, un poco confusas, un poco apáticas, sí, pero sin una sola crítica ni un solo reproche. Todo en orden, amigos.

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