Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

A una parada de autobús

Es difícil encontrar una foto como la que se pudo hacer el pasado martes en la plaza de España de Cádiz, ante el monumento a las Cortes. Todos los alcaldes de todos los municipios de la provincia y la presidenta de la Diputación coincidieron, aunque sea por una vez, al pedir a la Junta de Andalucía y al Gobierno central más medios y competencias para poder luchar contra los gravísimos efectos de la pandemia en sus municipios. Son el primer escalón del ciudadano y dan la cara cada día ante sus vecinos. Conocen bien el terreno y lidian día a día con problemas que la 'alta política' en Bruselas, Madrid o Sevilla ni se imagina que existen. Ser alcalde o alcaldesa siempre ha sido una profesión de alto riesgo. Ahora lo es mucho más. En unos tiempos en los que los políticos de altos vuelos están dejando a la clase política por los suelos con operaciones en gobiernos autonómicos que tendrán su reflejo en la polítca nacional, la cuestión local se revaloriza. Porque mientras algunos se erigen en salvapatrias para tratar de salvar su evidente fracaso, otros se pasean por instituciones europeas y no aterrizan en la realidad, otros sortean a diario los fantasmas de la corrupción y otros se desintegran en tiempo récord por sus ansias de poder y falta de coherencia con los electores, hay políticos de andar por casa que esta noche no podrán dormir porque no saben quién llamará mañana a la puerta de su casa pidiendo algo tan necesario como un trabajo, una casa o una bolsa de alimentos.

Dijo una vez el jerezano Miguel Arias que un alcalde tenía más poder que un ministro. Lo dijo siendo él ministro pero aquellos tiempos han acabado. Porque es cierto que existió una época en la que, al abrigo de la burbuja inmobiliaria, los regidores municipales manejaron cantidades ingentes de dinero a su antojo. En unos casos con control y en otros no, lo que a veces se tradujo en penas de cárcel. Pero en la actualidad un alcalde, además de ser el que pone la cara casi siempre ante el ciudadano, apenas puede manejar la miseria que dejaron aquellos tiempos, intervenidos como en el caso de Jerez hasta las cejas y con menos maniobra que un cangrejo en un cubo. Sumémosle la pandemia y sus consecuencias. Es lógico que, aunque en otros tiempos se cometieran barbaridades y haya (como en todo) personas no válidas para el puesto, en estos momentos de desesperación los alcaldes y los ediles que les acompañan en su tarea diaria levanten la mano y pidan más ayuda de la que existe. Porque a las auditorías de cuentas que se realizan desde hace años desde despachos fríos y distantes en instituciones muy serias hay que añadir la de la realidad diaria a pie de calle, que a veces tarde años en llegar hasta la cúspide del poder.

Le preguntaron una vez a un presidente de Gobierno cuánto valía un billete de autobús urbano en su ciudad y no lo sabía. En unos tiempos de zozobra, crispación, polarización y, sobre todo, crisis sanitaria y económica, necesitamos liderazgos y, hoy por hoy, están mucho más cerca de lo que pensamos. A una parada de autobús.

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