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Cuarto de Muestras

A ninguna parte

El viaje que no deja poso y sólo produce cansancio no sirve para nada

Viajar para muchos ha perdido su parte de aventura, de descubrimiento, de aprendizaje íntimo de emociones. Hay viajeros que sienten el mismo desengaño al llegar a un lugar emblemático que los culturetas que llegan al Louvre y se encuentran a la Gioconda de menor tamaño del que imaginaban, blindada con un cristal en forma de urna y con una multitud por delante empeñada en hacerse una foto en primer plano de espaladas al cuadro. A la mayoría Vietnam nos suena a guerra, aunque forme parte de cualquier luna de miel actual.

Parece que viajar está al alcance de cualquiera porque los billetes de avión se han abaratado, la gente olvida la edad que tiene y porque desde internet lo conocemos y planificamos todo, pero es al revés: viajar de verdad, ilusionarse por un destino, borrar los prejuicios que todos llevamos en nuestra maleta, es hoy más difícil que nunca. Tienen la culpa la falta de cultura indispensable para visitar cualquier museo, pasear por cualquier ciudad e incluso entender cualquier paisaje; tiene la culpa la masificación que nos impide disfrutar de un mínimo de intimidad en el descubrimiento de nuestras propias emociones; tiene la culpa también, la forma misma de viajar tan superficial e intensa a la vez que, a la vuelta, después de esa borrachera, la mayoría no sabe lo que ha visto. Viajar de verdad es lo contrario a lo que se hace hoy en día. El viaje que no deja poso y sólo produce cansancio no sirve para nada. Todo viaje debe dar ganas de marchar y de volver. Nos debe cambiar.

Un amigo sabio, amante de nuestra civilización por muy agónica que esté, me dice que no hay que ir a ningún lugar que no hayan pisado los romanos. Tengo otro amigo privilegiado que lleva años y años marchándose a Venecia a la menor ocasión, mandándome desde allí postales como si la visitara por primera vez. La opinión más peculiar a este respecto la tiene alguien que no es ningún ignorante y que se define a sí mismo como un bien inmueble. No me gusta viajar, me dice sosteniéndome la mirada, a ver qué reacción tengo. Yo no me atrevo a contestarle que eso es sin duda porque ya ha visto mucho.

Imagino que os habrán preguntado que dónde habéis estado en vacaciones. Yo lejos, en una playa con el agua muy fría que me hace olvidarme de todo y que está nada menos que a una hora de camino, a un año y un mes si contamos desde hoy. Cuando vuelvo me digo: ya en casita. Eso sí, viajar de verdad, es lo que más me gusta.

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