Algo pasa con Franco

Quien diga que los socialistas son ridículos porque están obsesionados con Franco, no ha entendido de qué van

Mi primer recuerdo público (mi segundo o tercero, si contamos los privados) fue la muerte de Franco. Queda muy atrás. Eso no quita que me escame que no dejen sopesar con objetividad sus logros y sus errores.

Pero lo que más cuesta entender es la obsesión de la izquierda por mantener su figura de rabiosa actualidad. Si se trata de repudiar una ideología y un gobierno antidemocrático, haciendo abstracción de los orígenes -de la ley a la ley- de nuestra democracia, ¿por qué sólo el franquismo? El comunismo fue más totalitario, mató a millones de personas, duró hasta ayer, como quien dice, y todavía hay muchos en España que hacen apología de esas ideas y ondean sus banderas. Con las ideologías, la paridad no existe ni el lenguaje inclusivo. Hay una discriminación positiva (o negativa, según desde donde se mire).

Por otro lado, en el plano de la comunicación política, podría resultar risible que un partido que llega al gobierno lo segundo que haga sea abrir la cuestión del franquismo, como si España no tuviese más problemas más inmediatos. ¿No se expone a parecernos ridículo?

Sin embargo, la izquierda no suele dar puntada sin hilo. Hay que preguntarse qué le pasa con Franco. Tanta energía en regresar al pasado ha de ser para algo. Yo creo que lo sé.

Se trata de socavar la dignidad de una parte considerable de la derecha española. Entiéndaseme bien, por favor. Esa dignidad no es Franco, muerto y enterrado (los que quieren desenterrarlo son ellos). Pero sí una dignidad moral, como siempre.

La izquierda, poniendo recurrentemente a Franco sobre el tapete de la discusión política, ha hecho que personas que habían sido franquistas o, en todo caso, hijos de franquistas o, sencillamente, personas que pensaban que el régimen tuvo sus sombras y sus luces, se hayan prestado a repudiar públicamente en el Parlamento y en la vida política sus deudas y sus dudas y hasta sus lealtades familiares, además de muchas ideas que no son franquistas, pero que le están maquiavélicamente asociadas.

Esas votaciones de condena del franquismo donde el PP no decía ni mu o decía bovinamente sí o la ley de la memoria histórica que no derogaron, en realidad, no van sobre Franco. Son para doblar la cerviz de buena parte de la sociedad. Una vez que uno entra en el armario de la vergüenza ideológica, de las reservas mentales y de la hipocresía política ha entrado, sin darse cuenta, en la desmoralización.

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