Resulta que, cuando pides cita por internet para tu médico de familia, te preguntan si quieres renovar recetas u otra cosa. En este caso, te dan una hora aproximada en la que te llamarán de tu centro de salud para preguntarte qué tienes y atenderte. Sí, por teléfono. Y si vas al centro de salud te pueden tener un rato largo esperando a pleno sol para que acabes explicando en la puerta a una enfermera/o lo que tienes y que ella decida si pasas al médico o, lo más probable, te dé cita, cómo no, telefónica. Así, las urgencias de los hospitales se saturan de descontentos.

¿Cómo es posible que haya abierto todo (tiendas de moda, bares, museos, iglesias, plazas de toros…) y estén cerrados los centros de salud, cuando se reconoce que en salud en general y en el control de pandemias en particular es fundamental la atención primaria? A la vez, la Junta deriva 130 millones a empresas privadas “para reducir listas de espera”, lo que ya fracasó antes. De los 130 millones, claro, parte irá a la cuenta de resultados de esas empresas y no a asistencia. Se empieza por traspasar agendas, luego tomarán el control farmacológico y acabarán accediendo y controlando las historias clínicas. Una especie de SAS en paralelo.

Mientras se defiende la enseñanza presencial a toda costa, sin garantías suficientes, se degrada gran parte de la asistencia sanitaria a una teleconsulta, sin observación física y obviando la importancia de la relación personal médico/paciente. Y lo malo es, miedo me da, que esto haya venido para quedarse. Es un truco muy viejo. Se degrada un servicio público y se ahoga financieramente. Cuando el empeoramiento es evidente, justifico su cierre o privatización. La cosa va por ahí, pues para eso ha venido el tripartito andaluz. ¿Los vamos a dejar?

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