La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ni patrioterismo ni complejos: historia

Tenemos una pasión masoquista recordando solo lo peor de nuestra historia y exagerándolo

Mis padres tuvieron la buena idea de matricularme desde maternal al liceo, en un colegio público francés de Tánger, donde vivieron desde 1947 a 1963. A ello debo, entre otras muchas cosas, tener dos lenguas maternas. En mi primer año de liceo tangerino -el mismo en el que estudió Mélenchon- volvimos a Sevilla cuando el diario España, en el que mi padre trabajaba, hacía aguas y el mítico Tánger consumaba su larga agonía iniciada en 1956.

En aquel colegio público francés estudiamos tan a fondo la historia de Francia que aún hoy recuerdo las enseñanzas y hasta los grabados de los libros escolares. Todo había sido magnífico. La grandeur, ya saben. Magníficos los galos, los francos, los merovingios, los carolingios… Magníficos Carlos Martel y Bertrand Dugesclin, Carlomagno y Juana de Arco, Luis IX y no digamos Luis XIV, Colbert y Richelieu… Magníficos los reyes, los revolucionarios que los decapitaron y aún más magnífico Napoleón… Magníficos los ingenieros que abrieron los canales en el siglo XVII y los ilustrados que abrieron las mentes en el XVIII… Magnífica la República y sus valores… Magníficos los grabados de Vercingétorix acaudillando, Juana de Arco en la hoguera, Luis XIV paseando por los jardines de Versalles, Richelieu en el asedio de la Rochelle, Marat en su bañera, Robespierre en la Convención, Rouget de Lisle cantando por primera vez La Marsellesa, Napoleón cruzando los Alpes…

Se preguntarán por qué les cuento estas cosas que probablemente no les interesen. Las recordaba a propósito del despropósito del tratamiento de nuestra historia en los planes de estudio y de la obsesión por pedir perdón por nuestros crímenes pasados, desde la conquista de América al esclavismo. Tenemos un gusto masoquista por flagelarnos recordando y exagerando lo peor de nuestra historia a la vez que pasando de puntillas o silenciando lo mejor, que es mucho. Algo que se remonta a los regeneracionistas, tan hartos de que desde los inicios de nuestra decadencia se mirara tanto a los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, como ansiosos de escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid; y que adquirió nueva fuerza como reacción al patrioterismo imperial franquista ("de Isabel y Fernando el espíritu impera"). Una reacción que, extinguido hace casi medio siglo el franquismo y su retórica, no tiene ya sentido. Ni patrioterismo hueco ni complejos: historia.

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