Alberto Núñez / Seoane

La penúltima mentira de Zapatero

El presidente del Gobierno, fiel a su errática trayectoria, nos ha regalado la penúltima, seguro que habrá más, añagaza de su ilimitado repertorio.

Sabedor del desastre en el que ha sumido a su partido, conocedor de la repulsa que genera entre la inmensa mayoría de los españoles -sean votantes del PSOE o no-, ducho en artimañas, experto en estupideces, sabio en necedades y líder en descalabros sociales; el señor Zapatero nos comunica que no se va a presentar como candidato a las próximas Elecciones Generales del 2012.

Si la situación general de España hubiese sido otra, ¡vale! Si las encuestas hubiesen dado otros resultados muy distintos a los que hoy dan, ¡vale! Si su descrédito entre los españoles no hubiese estado en los niveles en los que está, ¡vale! Si hubiera tenido el apoyo, ¡real! de los que aun mandan algo en su partido, ¡vale! Si el balance de sus siete años de gobierno no fuese el que, para desgracia de todos, menos sus pesebreros, es, ¡vale! Si su ineptitud, de la que, en el fondo, creo, es consciente, no nublase, por su increíble intensidad, cualquier atisbo de acierto que haya podido tener, ¡vale! Si su "perspicacia" política no fuera inexistente, ¡vale! Si no hubiese sido el responsable directo de los casi 5.000.000 de parados que hay en España, ¡vale! Si sus mamarrachadas no hubieran sido las responsables de que seamos el hazmerreir de Europa, los payasos de los mercados financieros y el choteo de cualquier foro internacional en el que se toman decisiones serias, ¡vale! Si no se hubiese rodeado de la caterva de demagogos parlanchines, inútiles ignorantes y vanidosos arribistas, de la que se ha cercado, ¡vale! Si hubiese tenido la dignidad que le ha faltado, para no mentirnos mientras negociaba con los criminales que han asesinado a casi mil españoles inocentes, ¡vale! Si hubiese tenido las agallas que no tuvo para imponer a los dirigentes sindicales que le chulean, lo que la situación del País requería, ¡vale! Si no hubiera permitido que los fantoches a los que ha confiado altas responsabilidades de Estado hubiesen salido del ámbito que se merecían, ¡vale! Si hubiera o hubiese estado, ¡a tiempo!, a la altura de las circunstancias económicas en las que se encontraba, y se encuentra, España, ¡vale! Si no hubiera consentido que los que, desde el Ministerio del Interior, han colaborado con los bastardos de ETA o Batasuna, sigan en sus cargos, ¡vale! Si no se hubiese vendido por un puñado de votos, a nacionalistas vascos y catalanes, poniendo en riesgo la unidad de España, ¡vale! Si no hubiera premiado con cargos de altísima responsabilidad política, a muchos de los fracasados de su partido -léase, el ministro de Industria, Sebastián, hundido por Esperanza Aguirre, o la ministra de Exteriores, Jiménez, humillada por Tomás Gómez, o María Teresa Fernández de la Vega, "miembra" del Consejo de Estado, tras haber hecho el más espantoso de los ridículos y ser repudiada hasta por los gorrillas del Congreso, ¿y se acuerdan de Maleni, la de Fomento?-, ¡vale! Si no hubiese consentido que los ingleses nos tomen a chufla en al asunto "Gibraltar, avasallen a la Guardia Civil, se apropien de nuestras aguas territoriales y se pasen por el arco del triunfo la normativa europea en detrimento de España, ¡vale! Si no hubiese mentido en el Senado, mentido en el Congreso, mentido en prensa, radio y televisión, ¡vale! Pero es que lo ha hecho, ha hecho casi todo lo que no debía.

Por eso, ¡no vale! No engaña más que a quien se quiera dejar engañar. No se va, lo echan, lo echamos todos, no lo quiere nadie.

A su familia, como dice, le va a beneficiar su retirada, y se lo va a agradecer, de eso no hay duda. A su partido, como también dice, le ha hecho un gran favor electoral quitando su nefasta figura de los carteles propagandísticos. Pero a España, a España no sólo no la va a beneficiar, como pretende hacernos creer, a España la va a seguir hundiendo -especialidad de la casa- porque con esta retirada, forzada por un futuro que sabe, no tiene, la va a dejar durante casi un año en una situación tragicómica: un presidente sin autoridad ni credibilidad, que si antes no ha gobernado, ahora ni lo va a intentar; con un partido que se va a entregar, en exclusiva, al despelleje caníbal hasta decidir quién va a ocupar el puesto que él deja; la enorme losa de la crisis financiera sin resolver y la tragedia social del desempleo, en carne viva.

Una vez más, su cobardía marca la actitud política que le ha caracterizado en estos siete años. Una de las peores ruinas de la Historia de España en los últimos seis siglos -desde que los Reyes Católicos en el siglo XV pusieron la base de lo que hoy es nuestra nación- dice adiós, pero ni siquiera, en su ansiada, necesaria e imprescindible marcha lo ha hecho bien. Es su penúltima mentira.

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